Jump to content

TITAI

Members
  • Contenido

    386
  • Ingreso

  • Última visita

Mensajes publicados por TITAI


  1. Ahhh y sobre si explotar una burbuja es positivo o no. Siempre lo es. Y eso es una maxima, a fin de cuentas, alguien dudaria que el golpe es mas fuerte al caer de 100 metros que de 10 ?. Pues es exactamente eso, la cuestion seria, existe otra forma de solucionar la burbuja, que no sea explotandola?, y si, existe, pero no es la que ninguno de aqui, salvo seguramente yo, y algun otro maniaco de la eficiencia querria.

     

    Cuenta, cuenta.

    Te advierto que Iker es un racionalista extremista de muchisimo cuidao. Miedo me da lo que puede decir de esto...


  2. O también podríais no ir a Berlín (si algunos ya lo han visto y el resto sólo va a tener dos días, mal vamos) y centraros más en otras partes de Alemania para conocerlas más en profondidad. Como Munich, o quizá Dresde, o la misma zona de Frankfurt (Colonia, Bonn, Hamburgo).

     

    Sólo es una opinión. A fin de cuentas son gustos personales. Yo es que soy más de la opinión que la filosofía del interrail debería ser más conocer Europa que un tour fugaz de capitales. Pero cómo digo, ¡cuestión de gustos!


  3. Yo lo veo bastante bien, la verdad. A mí me gusta mucho, salvo que le metía un día más a Berlín mínimo (dos si queréis ver Potsdam). Y si estáis de interrail y vais a Munich, no deberíais perderos ni los Castillos del Rey Loco (en Fussen, a un par de horas de Munich) ni el Campo de Concentración de Dachau (a 20 minutos). Con tres días para eso (Munich+Castillos+Dachau) está de lujo. Es lo que nosotros hicimos.

     

    No te olvides de consultar los trenes nocturnos para los viajes que te vengan bien y así ahorrar tiempo en viajes. Por ejemplo, Munich-Berlín.


  4. ¡Uf! ¡Qué dificil! En fin, lo intentaremos. En el orden en que los he descubierto:

     

    - París

    - El Panteón de Roma

    - Venezia

    - Amsterdam, verla absolutamente borracho a medio día, la paz de sus recovecos canalados, la agitación de sus calles principales, sus casitas trocidas por el olor a porro, su mentalidad, las mujeres del Barrio rojo...

    - El Under den Linden Berlinés

    - Los lagos alpinos de Interlaken

    - El Dresde reconstrudido

    - Ver a cientos de checos bailando totalmente desabridos "La Macarena", en la discoteca del Puente Karlova, Praga, en pleno año 2008

    - La locura de Nápoles

    - La puñetera y envidiable perfección germana

    - La absoluta eficiencia y rectitud helvética

    - La decadencia griega (impresión muy para mal)

    - La legendaria hospitalidad balcánica

    - Belgrado: Todo, Skadarlija, Mihailova, St. Sava, la parte comunista, la Casa de las Flores, los vestigios otomanos... y sobre todo, la fusión del Sava y el Danubio al atardecer desde el fuerte de Kalemegdam.

    - La fusión cultural de la perla de occidente: Sarajevo. Una iglesia ortodoxa, otra cristiana, una mezquita y una sinagoga en 100 metros, oiga.

    - ¿SOfía? ¿Tan megalítica y a la vez tan mísera? ¿Sus baldosas amarillas? No sé.

    - El campo de concentración Nazi de Nis (el más intacto, mejor conservado hasta la fecha para mí, tal cual lo dejaron los nazis).

    - El Mostar masacrado, ahí expuesto, cual herida abierta de la Europa de final del siglo XX. Con una guerra aún no cerrada, al menos en cuanto a símbolos se refiere

    - Los cementerios musulmanes bosnios


  5. En 7 días te da tiempo a poco en Alemania... 4 en Berlín (3 en la ciudad + 1 Potsdam), 1 en Dresde y otro en Colonia/Frankfurt ya hacen 7. Además, son ciudades que están bastante alejadas unas de otras.

     

    Pero vamos, que en Germany tienes además Munich, Fussen, Dachau, Hamburgo, Bonn... Y mil sitios más que yo desconozco! Pero para elaborar un itinerario desde cero, tienes a tu disposición cientimiles de páginas de internet (empezando por la wikipedia o el propio buscador de este foro), además de las guías de viaje. Te recomiendo las Lonely Planet. Magia pura.


  6. Haya paz. No os peléis por mí, que os quiero a los dos.

     

    PD: Pero a Vanin más :shock:

     

    cuándo nos cogemos una mochila fraude y nos vamos a recorrer bosnia de nuevo? : D

     

    Se me quedó todo el norte de Serbia y Bosnia sin ver, asín que tú me dirás, my darling. Y no conozco ni Macedonia, ni Montenegro ni Kosovo.

     

    Además, sé de un sitio en Sarajevo donde, según le caigas al vendedor, venden reliquias de la invasión nazi de Yugoslavia del año 1941, a precios tirados (para lo que son). Y que eso te pone muy cerda.


  7. No creo que caigan vueling ni Spanair... Al final, la mayoría de los vuelos de Rayanair acaban siendo una estafa, empiezan a meterte después las tasas, el precio del equipaje, y demás extras que no venían al principio y terminan siendo más caros que los de otras compañías. Lo bueno que tiene Rayanair es que de higos a brebas te cae una ganga que si tienes suerte y la pillas, triunfas.

     

    Eso sí, con un poco de suerte, lo que sí harán Vueling y Spanair será bajar un poco los precios en algunos vuelos.

     

    Estoy contigo. Pero siempre puedes encontrar cosas como la que pillé en 2006 que eran 0,02€ ida y vuelta a Londres xD Con la maletilla salió por menos de 45€, así que de lujo xD

    ¿Ves? Me refiero a eso. Al principio te lo venden como 0,02 ida y vuelta a Londres. Y al final son 45€. Es cierto que volar por 45€ ida y vuelta a Londres está tirado de precio... Pero incrementar el precio final de un producto en un 4000% aquí en el sur se llama estafa xD


  8. No creo que caigan vueling ni Spanair... Al final, la mayoría de los vuelos de Rayanair acaban siendo una estafa, empiezan a meterte después las tasas, el precio del equipaje, y demás extras que no venían al principio y terminan siendo más caros que los de otras compañías. Lo bueno que tiene Rayanair es que de higos a brebas te cae una ganga que si tienes suerte y la pillas, triunfas.

     

    Eso sí, con un poco de suerte, lo que sí harán Vueling y Spanair será bajar un poco los precios en algunos vuelos.


  9. ¿En serio pensabais que en el último capitulo de la última temporada resolvieran todo, cuando en el resto de capítulos no han sido capaces de explicar nada?

     

    Entonces que fue peor, ¿el último capitulo de Lost o el de Friends?

    ¡Ey! Yo LOST no la he visto en mi vida (y ahora me alegro)... ¡Pero el último capítulo de Friends me gustó!


  10. Anda anda... No debería ayudarte porque en el fondo odio a cualquiera que haya visto algo de la antigua Yugoslavia que yo no... Pero por otro lado, mi amor por esa zona del planeta me lleva a ayudar a cualquiera que quiera descubrir esa parte del mundo tan hermosa, apasionante e intensa...

     

    En fin, que te voy a hacer un regalito que espero que te sirva: Página de buses serbios

     

    Disfruta de la tierra de Tito!


  11. 6. Good moorning, Meteora

    El tren salió de la estación puntual, a las doce de la noche. Con un trasbordo en medio –a las tres de la mañana– y una llegada prematura al destino –cinco y media– no nos planteamos en ningún momento reservar literas. Mejor, porque no hubiéramos podido. No existían.

    Era el tren que hacía el recorrido Atenas-Tesalónica, cruzando de sur a norte todo el país. Y estaba lleno hasta los topes. Teníamos en un papel apuntado el nombre de la estación en la que debíamos bajarnos para hacer el trasbordo, en latino y en griego, y la hora aproximada a la que creían que llegaríamos. Recalquemos lo de “creían”.

    La noche empezó como suelen empezar todos nuestros trayectos a los que vamos predispuestos a echar paciencia: sacando las cartas y jugando un chinchón. Con cartas, música, un cuadernito y conversación, vamos nosotros en tren de Moscú a Pekín, si hace falta. Y si tenemos suerte, algún día lo haremos.

    La otra gran ocupación que se puede tener en un ten, además de leer o mirar el paisaje, es dormir. Yo ya tengo unos cuantos kilómetros sobre raíles a las espaldas, así que voy cogiendo mis propias estrategias. Me quito la sudadera y me le echo por encima a modo de cálida mantita, y me pongo mi gorro calado hasta los ojos. Y hasta mañana.

    Ese gorro lleva conmigo desde que me lo compré en Venecia, el día que conocí la ciudad y estaba cayendo una tormenta que ya no tenía muy claro si los canales estaban debajo o encima nuestra y tuvimos que entrar a refugiarnos en la iglesia de San Giovanni y San Paolo, calentando nuestras manos en la velitas que encendimos a los santos. Es negro, impermeable por fuera, y muy calentito por dentro, y no hay viaje al que no me acompañe desde entonces. Para mí, es eso. Mi gorrito de los viajes. Antídoto para lluvia, frío y sueño. Y en un momento de agobio, le doy la vuelta y me sirve para que nos echen monedas a cambio de un baile. Todo se andará.

     

    Cuando desperté e hicimos el trasbordo eran las tres y media de la madrugada. Nos encontrábamos, junto a unos pocos turistas más, en una estación de tren perdida en algún punto indeterminado de Grecia (eso lo dedujimos, tampoco podíamos estar seguros) que estaba, más o menos, en ningún sitio. Era un páramo desolado y desértico en el que sólo había un cúmulo de farolas acompañando una carretera.

    En la estación –probablemente la palabra “apeadero de caballos” sea más correcta– no había absolutamente nada. Apenas un par de guardias que, con mucha dificultad comunicativa, nos dijeron en qué andén debíamos ponernos para esperar nuestro tren. Observamos que los guiris se van en tropel a otro andén distinto. Pardillos, pensamos. Por no preguntar lo mismo hasta pierden el tren. ¡Uno no puede irse en modo autista al extranjero! ¡Hay que comunicarse! En fin, para ir matando tiempo nos descalzamos, nos revoleamos por el suelo, y a mí se me ocurrió que sería una buena idea ir sacando las galletas y el Cointreau. Digamos que no lo fue, y dejémoslo ahí.

    Cuarenta y cinco minutos más tarde vimos aparecer una luz, trazando una curva hacia nuestro apeadero de caballos. Comenzamos a recoger con parsimonia gaditana.

    La luz continúa acercándose.

    La luz aminora la marcha.

    La luz sigue viniendo hacia nosotros. Somos víctimas de un efecto óptico-psicológico que nos hace creer que en realidad no se dirige hacia nuestro andén. Nos reímos de ello.

    La luz está realmente cerca, pero ni nosotros nos movemos, ni los guiris tampoco. Ambos grupos nos miramos fijamente. Allí sólo podía llevar razón uno. Y evidentemente, íbamos a ser nosotros.

    La luz, seguida por unos cuantos vagones, se detiene. Como cabía esperar desde el minuto uno, lo hace en el andén de enfrente. Los guiris se ríen. Nosotros corremos medio descalzos por los pasillos subterráneos temiendo perder el tren. Procuramos entrar en un vagón vacío en el que nadie pueda reconocernos.

    dscn1346s.jpg

    En algún punto indeterminado de, presumimos, Grecia

     

    A eso de las cinco y pico de la mañana, llegamos a Kalambaka. En ese momento, para nosotros Kalambaka era la estación de tren –apeadero de zarigüeyas– de un pueblo dormido y a oscuras –no había visto una noche tan oscura en mi vida– sin signos evidentes de vida. Apenas un vigilante, y sin rastro de cafeterías abiertas. Barajamos las opciones de quedarnos a dormir ahí mismo, o irnos a pasear por la ciudad. En ese momento, yo no quería ni oír hablar de Cointreau, así que en realidad poco más podíamos hacer. De esas dos opciones, ganó ir a dar una vuelta por un pueblo desconocido y dormido, sin ningún mapa ni orientación que nos guiase, a las cinco y media de la mañana. Surrealista, cuanto menos.

    El vigilante nos ofreció la consigna de la estación para dejar los macutos y no tener que cargar con ellos a cambio de unos euros, así que aceptamos. La “consigna” del apeadero de zarigüeyas consistía en un cuartucho con una cama deshecha –la del vigilante, imagino–, libros y polvo, en el que encontramos un poco de suelo para dejar las maletas. Cogimos disimuladamente los pasaportes y el dinero, y las dejamos allí sin hacernos más preguntas. A veces, la ignorancia es sinónimo de felicidad. O al menos, de tranquilidad. Y así, sin destino fijo, echamos a andar por las calles de Kalambaka. La estación de tren estaba en la linde del pueblo, así que lo único que podíamos hacer era adentrarnos, subiendo sus cuestas, bajo un cielo totalmente negro, entre faroles y adoquines.

     

    El pueblo estaba desierto. Abundaban las casas bajas, humildes, sitiadas en los bordes de las cuestas que poco a poco lo iban escalando. Poco a poco, muy sutilmente, se iba levantado un tenue telón de luz por el este, que iba dibujando una línea de oscuridad horizontal en mitad del cielo, sobre el pueblo. No nos asustó especialmente. Llevábamos ya lo suficiente en Grecia como para estar preparados para esa posible eventualidad: chubasqueros, paraguas, plásticos… Un nuevo brote esquizofrénico-climático no iba a pillarnos de improviso. Sin embargo, lo que en un principio confundimos con densos bancos de nubes, fue solidificando cada vez más, densa y compactamente. Hasta que pocos minutos después, en un cielo teñido de añil y violeta y en el que sólo quedaba Venus como testigo, se recortaron definitivamente las montañas de Meteora, surgiendo en abruptos y verticales peñascos desde las mismas entrañas del pueblo, oscuros y grises de pura piedra desnuda.

    Con la aparición de las montañas de la oscuridad, el pueblo comenzó a desperezarse. El olor a café, a tostadas, el ruido del agua cayendo los cuartos de baño, y el trasiego metálico de las cocinas de desparramaban por las ventanas abiertas a pie de calle. De vez en cuando se descorría discretamente una cortina, ocultando ojos curiosos poco acostumbrados a ver a turistas extranjeros pasear por aquella parte del pueblo –estábamos lejos ya de la estación– a aquellas horas. Y menos aún tan despiertos y risueños como lo estábamos nosotros. Porque aquello fue divertido. Absurdo y surrealista, pero divertido.

    Cuando ya se podía ver con suficiente claridad sin ayuda de los faroles, decidimos ir hacia el nacimiento de la montaña, donde quedaban las últimas casas del pueblo y las cuestas a subir se iban escarpando cada vez más peligrosamente. Aún no había salido el sol, pero ya se distinguía vagamente el verde que coronaba las cumbres romas de las montañas y se iba desparramando por aquellas, hasta caer a la orilla de su falda, donde nosotros íbamos. Nos detuvimos allí mismo, en una de las últimas construcciones antes del nacimiento del peñasco rocoso: una vieja iglesia ortodoxa de piedra, muy rústica, con un gran patio, que se asomaba sobre Kalambaka como un gran balcón dominante, justo antes de la montaña. El cielo iba clareando cada vez más, aún sin sol, y los colores se iban tornando de malva a rosa y azul claro, salpicado por nubes doradas y anaranjadas aquí y allá. Estuvimos allí un rato, contemplando el amanecer, hasta que un hombre salió de la iglesia, desató una cuerda suspendida de lo alto del campanario, y empezó a tirar de ella hasta que siete campanadas tañeron, doblemente por el eco a causa de la pared de piedra, sobre las casas y el valle de Meteora.

     

    Poco después abrieron las cafeterías, y pudimos pedir algo caliente que llevarnos al estómago. Yo, particularmente, llevaba aguardando aquel momento desde que me dio por probar el Cointreau a las tres y media de la mañana en ayunas. Estábamos sentados en la terraza del local, en una gran plaza. Y poco a poco, por turnos, fuimos dejándonos caer por el servicio del local para asearnos un poco, del modo más discreto posible. Una hora y media después, tras hacernos con un mapa al fin en la oficina de turismo, iniciamos el ascenso a los monasterios.

    Los seis monasterios ortodoxos son la atracción turística de aquel lugar. En conjunción con las montañas, claro. Y es que están construidos sobre los peñascos, algunos, o en sus laderas verticales, otros. De forma que parece que literalmente cuelgan de las montañas o fueron dejados caer allí desde las alturas a propósito. Además de una red de carreteras que abraza las montañas y conecta los monasterios entre sí, puede hacer el recorrido original a pie en un circuito de unos 17 kilómetros, que obviamente empieza con el escarpado ascenso de los peñascos.

    Tras comprar un poco de embutido y pan en un supermercado, iniciamos la ruta. Y a poco de hacerlo, pero ya inmersos en aquél bosquecillo griego, un miembro de nuestro equipo recordó –o su vientre le hizo recordar– que no hacía de vientre desde el día que salimos de España, así que tuvo que internarse en la maleza y contribuir con su particular monolito al paisaje rocoso de Meteora.

    dscn1348e.jpg

    Good moorning, Meteora


  12. Estoy con los de arriba. Me gusta más la segunda opción, pero Zagreb... más de un día... Además, hay mejores cosas en Croacia.

     

    Lo que sí te digo es que yo sí le daba dos días a Belgrado. I (L) BEOGRAD

     

    Pero vamos, que lo que te recomendaría en realidad es que no hicieses ese itinerario. Es decir, o Centroeuropa, o Antigua Yugoslavia. Porque si no, vas a poder decir que has visto muchos países, pero en realidad no habrás visto nada. Serbia, Eslovenia y Croacia (y eso que no incluyes Bosnia) tienen mil cosas más que ver que sus capitales. Especialmente además, en el caso de Croacia. Pero bueno, cuestión de gustos. Si eso es lo que queires hacer, te apoyo totalmente.


  13. y todo eso para decirnos que bebiais agua embotellada?

     

    WTF?

    Cointreau, gran marca de agua...

     

    Pedro, sigo insistiendo en preguntarme qué hubiese pasado si hubiésemos estado leyendo una revista porno en el Ágora, yo creo que la Ministra se hubiese cortocircuitado y habría explotado.

    Pssss.... es que ni la anatomía respetaba esa señora...

×

Información importante

Continuando en el sitio, aceptas nuestros Términos de Uso y Normas. Además, hay cookies. Puedes ajustar las cookies o continuar tal cual.