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Tras dos semanas de interrail con dos niños de 15 y 9 años, y ya felizmente de vuelta en casa, os explico un poco como nos ha ido: Íbamos a ver Niza, Venecia, Nápoles y Pisa y hemos acabado en Niza, París, Amsterdam y Viena. Ya sé que los itinerarios se parecen como un huevo a una castaña, pero es la primera enseñanza de mi interrail: Hay que hacerse a la idea de introducir pequeños cambios porque a veces pasan cosas (por ejemplo una huelga ferroviaria en Italia). El albergue de Niza - Mont Boron está bien (un poco lejos del centro, pero con una vista muy bonita de la ciudad). El problema es que si no vas con reserva no habrá alojamiento, y menos en temporada alta. Salir de Niza con la huelga de trenes en Italia fue una odisea. Había decenas de viajeros deseando marchar, y la oficina de Interrail tardó tres horas en darme un [acronym=Train à grande vitesse. Tren de alta velocidad francés]TGV[/acronym] a París (los viajeros se eternizan pidiendo combinaciones imposibles, de modo que se necesita mucha paciencia. Consejo NIÑOS: mucha presencia de ánimo, actitud confiada y paciente, y animarles a sentarse en el suelo de la estación a jugar un rato o a descansar como los otros viajeros. A modo de distracción, controlar el tiempo que tardan los empleados en despachar a cada viajero o intentar adivinar a partir de indicios si el próximo viajero tardará mucho o poco en ser atendido. Hacer apuestas. Criticar a los viajeros que tardan demasiado procurando estar seguro de que no nos entienden (preferencia absoluta por japoneses o chinos, que además son los más tardones). La llegada a París a las 20:30 fue delicada. Queríamos ir a la Gare du Nord para buscar hotel allí, ya que el tren de Amsterdam (ya reservado desde Niza) sale de allí. El enlace entre la Gare du Lyon y la du Nord es mediante un tren ligero (no es el metro), y a esas horas empieza a haber gente rara (para nosotros). Los niños se asustan mucho si te ven preocupado, así que lo mejor para no fingir es realmente no preocuparse y dar de nuevo ese aire confiado. Mucha paciencia con los nervios de los críos (mi adolescente de 15 años se subía por las paredes, sólo le faltaba gritar vamos a morir). En París hay montones de alojamiento cerca de la estación, nosotros paramos en el muy cutre y barato hotel Richmond (110 €, sólo alojamiento). Al día siguiente hice una prospección por los alrededores y vi que no era descabellado, así que nos quedamos las tres noches allí. Coincidió que estábamos en París el 14 de julio, fiesta nacional, y pudimos ver los preparativos del desfile en los Campos Elíseos, mi pequeño de 9 años se hizo una foto con dos fornidos soldados franceses junto al Arco del Triunfo, y saludó a Nicolás Sarkozy a lo vivo desde una tribuna (desde entonces le tutea, le llama Nicolás como si le conociera de toda la vida). Mi adolescente de 15 no tuvo tanta suerte; quería ver a la Bruni pero ésta no salió de coche. Para compensar, y como es fan de la ropa, pateamos todas las tiendas de Champs Elisees (Adidas, Nike, Footlocker, Energy, etc.) y del centro comercial de Les Halles. También había una feria en las Tullerías y subimos a la noria y a varias atracciones más. Consejo NIÑOS: a los niños les gustan las ferias y les disgustan los museos. No vayas con el plan de visitar museos o palacios. Es mejor mentalizarse de que subirás a los caballitos y te amontonarás con varios miles de franceses para ver los fuegos artificiales de la Torre Eiffel (que por otra parte merecen la pena). Si puedes colar un museo, que sea como el que no quiere la cosa y sin pretender ser muy exhaustivo. Yo conseguí entrar en el Louvre desafiándoles a hacernos una foto con la Gioconda y con la Venus de Milo (lo conseguimos, y de paso pude ver algo de arte egipcio con el sucio truco de buscar momias). Consejo NIÑOS: si a tu adolescente le gustan las tiendas de ropa, prepárate para visitar las galerías Lafayette, los Campos Elíseos y el centro comercial Les Halles. Negocia para dedicar un tiempo limitado a cada cosa; el otro niño tiene que tener su visita a la sección de juguetes, o a los parques infantiles que hay por ahí. Y tú mereces al menos un museo o un restaurante. Consejo NIÑOS: me extrañaría que a algún niño no le pareciera excitante subir a la Torre Eiffel o a la Torre de la Defense (a menos que sufra vértigo). La Torre Eiffel es la pesadilla del misántropo, pero las grandes colas no son tan lentas como aparentan y la subida merece la pena. También merece la pena bajar desde el segundo nivel por las escaleras, y ver todas las estructuras de hierro que componen el chisme. Comida: nada más fácil: comprar agua, pan, galletas y alguna lata para los viajes. Unas gominolas alegran mucho en los momentos de depresión, como cuando el tren de Niza se estropea durante una hora (después de doce horas de viaje desde Barcelona) y no funciona el aire acondicionado. Por cierto, será una casualidad pero a la vuelta tampoco iba el aire en el vagón que nos llevaba a Cerbere (menos mal que en el de al lado sí). Sigo con la comida. Hay Kentucky Fried Chicken, McDonalds y Burguer King por todas partes. Mis niños respiran aliviados cuando ven alguno de estos sitios en una ciudad desconocida. Es como si de repente pudieran cenar en casa de la abuela. Y nutricionalmente tampoco son tan malos. La única precaución que he tomado con respecto de la comida es darles un suplemento vitamínico todos los días para compensar la posible carencia de vitaminas. Nos ha ido bien. Más comida. Hay montones de restaurantes italianos (o sea, de pasta y pizza). Dentro de lo caro que es todo, lo peor es la bebida. No es raro que un refresco cueste 3€, y en verano apetecen mucho los refrescos. Consejo NIÑOS: lo mejor respecto al dinero es ser franco con las criaturas: si tu presupuesto es de 150€ por día, hacerlo saber y tomarse como un desafío (es decir, un juego) lograr mantenerse en el mismo. Te sorprenderá ver que tus niños acaban siendo más papistas que el Papa y proponen unas reducciones tan drásticas que hay decirles que no hace falta, que se puede estirar un poco la manga. No es una buena idea dejar de comer un día para volver a la buena senda (aunque puede intentarse, aunque sólo sea por el sentido de la aventura-y para contrastar la realidad con la fantasía). En mi caso, una vez que dejé Niza y se acabó el tema albergues me di cuenta de que iba a ser imposible y aumenté el presupuesto a 200€ por día, unos 100€ para el alojamiento, 50€ para comer (al menos una comida caliente, resto bocadillos y bebidas) y otros 50€ para actividades. Nos pasamos también pero bueno, tampoco estuvimos los 22 días presupuestados, de modo que lo uno compensó lo otro. Eché de menos mi netbook para documentarme en las ciudades (puesto que sólo llevaba una guía de Italia). Hubiera sido cómodo porque pesa poco y además había wifi en todos los hoteles. Pero por otro lado, el tiempo que hubiera dedicado a documentarme se lo hubiera quitado a mis niños y pienso que quizás fue mejor así. Si hubiera sabido todos los museos y palacios que tenía alrededor seguro que hubiéramos tenido trifulcas sobre dónde ir. Llevé eso sí mi GPS Garmin con un mapa de calles de Europa, y esto sí que me fue útil, tanto para marcar waypoints (el hotel, la estación, un museo) con los que orientarme al salir de paseo como para distraer a los niños enseñándoles dónde estábamos en cada momento (en los viajes en tren). En Amsterdam aprovechamos el interrail para ir a Zandvoor aan Zee, una especie de Castelldefels donde van los amsterdameses a tomar el sol y bañarse. Playa ancha por la marea, agua fría de un verde sucio que convierte al Mediterráneo en agua de manantial pero que parece no afectar mucho a los nativos, y unos carritos de comida arrastrados por tractores que recorren la playa de tanto en tanto ofreciendo sus viandas a los bañistas. Consejo NIÑOS: la playa puede no ser muy bonita, pero un baño es un baño y jugar en la orilla templa el espíritu de los niños y les alegra el día. En Amsterdam se debe ir a NEMO, el museo de la ciencia interactivo. Su lema es: ESTÁ PROHIBIDO NO TOCAR, y merece la pena pasar un par de horas si no una mañana allí. También está muy bien tomar un pase de CanalBus y desplazarse en barco por la ciudad (es lento, pero muy bonito). En general, es buena idea hacerse un pase de transporte público para los días que uno va a estar en la ciudad. El CanalBus de Amsterdam tiene un pase distinto del que sirve para los tranvías. El Corte Inglés de Amsterdam es De Bijenkorf, junto a la plaza Dam, que es el centro-centro. Hay otro centro comercial detrás del palacio real, el Magna Plaza, con una arquitectura mucho más bonita y un pianista en el centro (aunque nada como la cúpula de las Galerías Lafayette en París). El viaje a Viena surgió de la idea peregrina de mi adolescente de ir a ver ropa a Berlín. Como tomamos un nocturno (la reserva cuesta más o menos los mismos 100€ que un hotel) resultó que la parada en Berlín era sobre las 4 a.m. de modo que no hubo forma de levantarse y lo dejamos estar; acabamos en Praga a las 7 o así, y aunque dudamos si quedarnos o no, al final tomamos otro tren a Viena, que nos dejó allí sobre las 15:00. En Amsterdam hay una oficina de turismo frente a la Centraal Station que te gestiona una reserva de hotel directamente; tú les dices tu presupuesto y ellos te proponen cosas. Con 100€ de presupuesto nos dieron un hotel bastante cutre pero encantador, porque la ventana daba al canal y la verdad es que era un lugar bonito y curioso (hotel Monopole), justo sobre un bar gay que de paso te sirve para aleccionar a los niños sobre el respeto a la diversidad y todo eso (los parroquianos del bar eran francamente simpáticos). En Viena hay que tomar el tranvía D hasta la Ópera, donde está la oficina de turismo que funciona tan bien como la de Amsterdam, con la ventaja de que es todo más barato y por nuestro presupuesto tuvimos una habitación enorme en un hotel con desayuno (hotel Papageno), una habitación decorada al modo austero (o más bien austerohúngaro ja ja) de las películas de Dreyer (que ahora que recuerdo era danés). Comimos sushi en un restaurante llamado Neko por la tercera parte de lo que cuesta en Barcelona. Consejo NIÑOS: orientado a los míos: la MariaHilferStrasse, calle comercial estilo Puerta del Ángel en Barcelona o Preciados de Madrid, con todas las tiendas de ropa. También hay ropa en la KalverStrasse. Mucho más difícil encontrar tiendas de juguetes, pero a cambio tienes el parque de atracciones del Prater, donde está la famosa noria de barracas y algunas atracciones muy chulas (3-4€ por atracción), y también el Zoo de Viena, donde los leones y los tigres están dispuestos de tal modo que se los puede ver de cerca (los animales se esconden al fondo de su parcela pero allí hay un área de cristales para verlos por detrás también). Fuera del Zoo merece la pena ver los jardines del palacio de Schonnbrun, con la loma al fondo donde hay una especie de puerta de Brandemburgo pequeñita. A la derecha hay una zona de pago que tiene un parque infantil muy chulo, y tres laberintos de setos que son un desafío para los que se meten en ellos (sobre todo el primero, que tiene muy mala leche). De vuelta a casa (ya cansados) tomamos un nocturno Viena-Zurich, luego un regional a Ginebra, otro a Lyon y por fin un super borreguero a Port Bou que no llegó a pasar de Cerbere porque se había activado el plan Transcat de residuos en Port Bou y tuvimos que esperar más de una hora a que volvieran a recogernos. Sin embargo este incidente, que hubiera sido un apocalipsis el primer día, no dejó de ser una anécdota, ya que los viajeros hicimos amistad y mis niños pudieron hablar con gentes de otros países que, en situaciones de contingencia, se hacen mucho más próximas (cuando el tren que envió la Renfe a las 21:30 arrancó de Cerbere la gente empezó a aplaudir y felicitarse). Otras cosas. Botiquín. No salir de casa sin ibuprofeno. También es una buena idea llevar un antibiótico. Mi pequeño se quejó de un dolor de muelas en Viena una noche y es una sensación siniestra (sobre todo cuando ya te pasó con el mayor hace cuatro años). Los niños están en situación de cambiar dientes cualquier día y con el estrés del viaje lo que no sería más que una tontería en casa se puede volver una pesadilla. En este viaje la amoxicilina me salvó la vida, podemos decir. Otras cosas. Una cuerda, un cordel, vamos. De esos de atar los paquetes para enviarlos por correo. Me sirvió en Niza, Amsterdam y Viena para tender y secar la ropa que lavábamos (los calcetines y los calzoncillos básicamente, pero también los pantalones del pequeño y alguna camiseta). Una pastilla de jabón de Marsella, de esas que sirven como arma homicida en caso de necesidad. Yo no la compré, pero alguien se la olvidó en Niza y me la llevé y resultó ser una gran idea. Ropa. La mínima. Tres mudas de ropa interior, dos calzados (uno unas sandalias o chanclas para llevar sin calcetines), un pantalón largo y otro corto, dos camisetas, una sudadera y un impermeable. La ropa se lava cada noche (es bueno enseñar a los niños a hacerlo; luego se sienten unos robinsones lavando sus calcetines cada noche). Consejo NIÑOS: la mínima ropa y equipamiento sirve además para que las mochilas no pesen tanto, que vayan algo vacías de modo que puedan cargarse compras (y de paso que comprueben que las cosas que se compran pesan), y que sepan montarlas y desmontarlas ellos (es otra forma de hacerles sentir autosuficientes). No se usaron cónsolas de videojuego en este viaje. Mis niños tuvieron que afrontar solos la enfermedad más común del niño: el aburrimiento. A ratos se pelearon. A ratos jugaron juntos. También durmieron, se desesperaron, inventaron historias con un par de muñecos obtenidos en la feria de París y escribieron sus impresiones en dos libretitas que fueron todo el material de recreo que llevábamos. Ha sido duro pero formidable. Y estoy seguro que a ellos no se les olvidará nunca este viaje (otra cosa es que vuelvan a salir de viaje alguna otra vez).