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adrian veidt

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Mensajes publicados por adrian veidt


  1. Pues yo no puedo estar más en desacuerdo. Visto lo visto, creo que de haber llegado España a la final, Grecia le habría masacrado de 15 o 20 puntos. Vaya por delante mi poca simpatía por el basket griego, plagado de favores arbitrales y el público lanzando monedas al rival (aunque el gran Nikos Gallis merece la admiración de todos, vaya versión blanca de Allen Iverson...) pero Grecia ha demostrado ser de largo el mejor equipo del Europeo: completo, inteligentes, posesiones largas, buenos tiradores, sin precipitarse... Recordad que le han ganado a 2 equipos que machacaron a España, como Francia y Alemania.

     

    Espero que después de esto Dirk Werner Nowitzki recapacite, plante al chulo de Mark Cuban, y fiche por los Celtics para devolvernos el orgullo céltico.


  2. Bueno, aquí sigo. Akent, la verdad es que no anotábamos en qué gastábamos la pasta, simplemente hacíamos un fondo común y a exprimirlo. De todos modos, se puede calcular con bastante exactitud: el coche recorrió 9100 kilómetros, a una media de 7 litros a los 100, salen a 637 litros de gasoil, que vienen siendo unos 600 euros "má o meno", a dividir entre los 3, unos 200 euros por persona, lo cual está MUY bien. En el tema de los peajes, los únicos países problemáticos son Francia, Italia, y el territorio patrio. No tendo ni idea de lo que gastamos, pero si te interesa, en viamichelin.com puedes introducir un recorrido y ver cuánto te gastarás en peajes.

     

    DÍA 15- A VENEZIA, PRESTO!

     

    Sábado 30-7-05

     

    Quien dijo que en los ferrys (o ferries, construíd el plural como os venga en gana) se pasa frío de noche tenía razón. MUCHA razón. Sobre todo cuando atravesamos una masa de aire húmedo y una breve pero intensa lluvia azotó la cubierta del barco y todos los que allí dormíamos corrimos a refugiarnos en el interior... Todos menos Miguel, que con la aplastante lógica de aquellos que se debaten entre el sueño y la vigilia nos argumentó que metiendo la cabeza bajo el saco no habría lluvia capaz de molestarle. Temerosos de tener que cuidar a un griposo durante el resto del viaje, Carlos y yo utilizamos todo nuestro poder de convicción para sacarlo de allí. Al final accedió entre incongruentes gruñidos.

     

    Lo cierto es que el día amaneció con un tiempo espectacular: sol y calor matutino cruzando el Adriático. Tanto, que cuando el calor ya apretaba tuvimos que ir a refugiarnos al interior del barco para evitar la tentación de tirarnos al mar. Por cierto, el sentido del humor de los jerifaltes de Minoan Lines es destacable: la llamada “king size piscina” (o algo así) era en realidad un charco artificial en la que incluso un niño de 3 años se sentiría humillado y el llamado “Palacio de los Perros” era una cochambrosa perrera en la que los tristes canes se cocían lentamente. Pero en fin, el caso es que el barquito de Chanquete llegó puntual a puerto en un aquel caluroso mediodía de julio.

     

    El puerto de Ancona es a todas luces insuficiente para acoger el tráfico maríptimo al que se ve sometido todo verano, y la consecuencia es la formación de colosales atascos de los vehículos que salen de los ferrys. Tras superar dicho atasco, y ser abordados por dos carabinieri de condición femenina (y bastante atractivas, aunque eso lo pensamos pero sin decírselo) que sentían curiosidad por nuestros pasaportes, desafiamos al calor y salimos a dar un paseo por el pueblo. No vimos nada especial, y lo más interesante que hicimos fue zamparnos unas lasagnas a precio razonable. Poco después, estábamos en el coche rumbo a Venecia. Nunca pensé que llegaría a echar tanto de menos el aire acondicionado.

     

    Por cierto, este relato está teniendo texto e imágenes, pero no banda sonora. En un viaje en el que nos tirábamos fácilmente de 6 a 10 horas diarias en coche, supondréis que la música que escuchábamos cobraba gran importancia. Aprovechando que este día no tuvo demasiado que contar, aprovecho para describir brevemente los gustos musicales de los protagonistas.

     

    - A Miguel le tira el rock nacional, tal vez nostálgico de una juventud que ya le va quedando atrás: Platero, Extremoduro, Marea... Aunque todos por detrás de Los Suaves. La áspera voz de Yosi recorrió todos y cada uno de los países que visitamos. Pobre jugador!!

     

    - Carlos se puede autodefinir como ecléctico, que siempre quedará más bonito que decir indefinido. Sus gustos se mueven desde la más pura pachangada de Barrio hasta el bravú autóctono gallego (ejem... ¿os suenan Os Diplomáticos de Montealto, ese gran grupo koruñés?) pasando por Manu Chao y exoticidades como Cojón Prieto y los Guajolotes.

     

    - Yo, que soy un carca de 23 años, me he quedado estancado en los clásicos tipo Dylan, Neil Young, Velvet... Para mi vanguardia significa “finales de los ochenta”, REM, y más concretamente los Pixies. También disfruto el punk de The Clash y los Sex Pistols (es muy agradable recorrer mundo escuchando contínuamente “No future, no future!”)

     

    Así que entre canción y canción, y con un calor de cojones, fuimos llegando a Venezia. El tráfico era bastante intenso, y los carteles de la autopista advertían de un atasco de más de 5 kilómetros en la entrada a Venezia, por lo que decidimos abandonar la autopista y seguir por carreteras más secundarias, lo que nos permitiría además estar atentos a las indicaciones de campings (¿he dicho ya que no llevábamos ninguna guía de campings?) Tras algunas vueltas, encontramos un camping con bastante buena pinta y allí nos metemos.

     

    El camping de “La Serenissima” podría cambiar con justicia su nombre por el de “La Clavadissima” debido a lo exhuberante de sus precios. Por lo demás no hay queja: limpio, sombreado, supermercado bien distribuído y un bus cada hora al centro de Venezia por un eurito el viaje. Ya anochecía cuándo llegamos, por lo que decidimos descansar y cenar tranquilitos para poder dedicar el día de mañana a ver Venezia.

     

    Por cierto, pese al intenso calor, en el camping no había ni un solo mosquito. Una bendición, si señor.


  3. Bueno gente, me alegro de que esté gustando mi odisea... En breve acabaré de escribir todo el diario y dejaré ya de andar dando la paliza con mis desventuras.

     

    Por cierto, dentro de unas horitas me doy el piro a Barcelona, así que es posible que hasta el sábado o así no pueda escribir nada. Descansad de mí, que pronto volveré con la siguiente entrega: "Los tres del xantia VS. el sector hostelero italiano (también conocido como el sector pirata / ladrón / hijoputa cagoensusmuertos italiano)"

     

    Por cierto, a Barcelona me voy en avión... El xantia ya está redactando su testamento.


  4. Bueno, aquí sigo. Perdón por la tardanza, pero andaba metido con un exámen y algún que otro asunto de la facultad, pero ya me libré de ellos... Pero me temo que sólo hasta Diciembre ;)

     

    Cadeer, lo de Sofía lo pensamos, pero íbamos justos de tiempo y preferíamos aprovechar un día más en Estambul. Además yo tenía un cierto interés en ver el pueblo ese de Nessebar, del que por cierto, nunca se ha hablado en estos foros.

     

    Ahí va otro día movidito:

     

    DÍA 14- DIMITRIS

     

    Viernes 29-7-05

     

    Supongo que cuando al sector hostelero se le ocurrió instalar ese invento llamado “desayuno bufet libre” (los que tengan más mundo habrán leído también eso de “all you can eat”) contarán con que la inmensa mayoría de sus clientes son ejecutivos de “café rápido y largando”, modelitos preocupadas por su línea, o familias educadas que se sentirían muy avergonzadas en el caso de levantarse para repetir un plato. Con quien seguro que no contaban era con tres mochileros muertos de hambre como nosotros que le jodieran el invento.

     

    Yo personalmente ingerí tres zumos de naranja, dos huevos cocidos, un plato de embutidos, un croissant relleno y una cantidad que no recuerdo de tostadas de mantequilla y dos tipos de mermelada, amén del imprescindible café. Carlos, que pesa un tercio más que yo, y Miguel, representando el término medio, no se quedaron atrás. Eramos conscientes de que aquella podía ser la única comida del día, y debíamos aprovecharla. Una vez cebados, acudimos a la recepción del Hotel, pedimos un taxi, y cargamos ambas cuentas –Hotel y taxi- a nombre de nuestro seguro de asistencia –así si hay quien viaje, y no como la mierda esa que anuncia la de aquí no hay quien viva...- Minutos después, estábamos sentados al lado de nuestro coche junto al taller oficial de Citröen en Veroia. Eran apenas las 9 de la mañana, y el calor ya apretaba. Iba a ser un día... calentito.

     

    Poco tiempo después se acerca un Citroen, aparca frente al concesionario, y de él sale un fulano con un mono de Citroen y abre el taller Citroen. Tras sesudas deliberaciones, llegamos a la conclusión de que se trata del encargado del taller Citroen, y raudos y veloces le explicamos nuestro problema en un inglés bastante primitivo. El tío, cómo no, se queda flipado, y nos cuenta que en Grecia, o al menos en la Macedonia griega, no se comercializan turismos con motor diésel, y quizás de ahí la confusión. Por si fuera poco, añade que teme que el motor no vuelva a funcionar más.

     

    Nosotros, gente curtida, le decimos que confiamos lo indecible en nuestro coche, el incansable, el invencible, el Devorador de Kilómetros, y le sugerimos que vacíe los depósitos, los lave, y los vuelva a llenar con gasóil. Dimitris –que así se llama el mecánico- dice que quiere ayudarnos, y que hará lo que decimos, pero que de todos modos llamemos al fulano de la gasolinera, porque él es el culpable (teníamos la factura de la gasolinera, suerte de pagar con Visa) y debe hacerse cargo de todas las reparaciones. A nosotros nos parece muy bien, pero le comunicamos nuestro desconocimiento del idioma griego. Entonces Dimitris se ofrece amablemente para mediar entre nosotros y el soplapollas de la gasolinera. Por supuesto, aceptamos.

     

    El caso es que Dimitris llama al fulano, parlotean durante un tiempo en griego, y cuando acaban nos dice que no hay problema, que el pavo reconoce que es culpa suya y que se hace cargo de la factura, PORQUE ESTO ERA YA LA TERCERA VEZ QUE LO HACÍA! Menudo crack, el fulano. No era la primera ni la segunda vez, y posiblemente no será la última. Todavía ha de andar el hombre en su gasolinera macedonia, con su cara de pasmao, insuflando gasolina a los camioneros turcos. Y aún menos mal que no regenta un bar. O un Hospital. Podría ser una hecatombe.

     

    Final feliz de la historia: el Xantia arranca y el elemento de la gasolinera se presenta en el taller y paga todas las reparaciones. Contentos y felices, nos despedimos de Dimitris, a quien es probable que no vuelva a ver, pero me alegro de veras de haberlo conocido. Y es que en el fondo creo que los viajes no deberían hacerse para conocer piedras antiguas o paisajes de postal, sino a gente honrada y agradable. Y la gente honrada y agradable no está en castillos juntos al Loira, o en cataratas junto al Rhin. Está en cualquier parte, en un bar, en un albergue, en una calle cualquiera... o en un taller de Veroia.

     

    El trayecto hacia Igoumenitsa transcuyó sin incidencias, por unos paisajes de montaña francamente preciosos. Pudimos contemplarlos con mucho detalle, ya que nos perdimos y fuimos a parar a un camino que bordeaba el Parque Nacional de Pindos, y que debe ser la única carretera de Europa que no lleva absolutamente a ninguna parte. Simplemente se acaba y te jodes. A dar la vuelta. 60 kilómetros de tontería helena.

     

    Eso sí, nuestra llegada a Igoumenitsa fue llegar y besar el santo. A las 21:25, 5 minutos antes de que cerraran las tiendas, entramos en la primera que vemos y preguntamos que trayectos en ferry están disponibles para hoy. “Pues todos, ¿cuál queréis?”, vino siendo la respuesta. “Dínos precios”, fue la nuestra. Al final, tras sesudas e intrincadas operaciones matemáticas (sumas y restas, e incluso alguna multiplicación!) acabamos pillando el trayecto a Ancona con Minoan Lines. 3 personas + 1 coche = 208 euros. Triunfal.


  5. Bien, bien... Me alegro de que esté gustando. Me anima a seguir escribiendo. A ver si pronto termino de repasar el siguiente capítulo.

     

    Pandus... ¿semáforos? ¿en Estambul? ¿un elemento ordenador de tráfico en Estambul? Hombre, supongo que alguno habría, pero lo que yo recuerdo es que en la mayoría de los cruces operaba la ley de la selva. En cuanto a vender cosas raras, recuerdo a varios viejitos que sacaban básculas a la calle, y por media lira te pesaban ahí mismo.

     

    El Noziya, lo de la aduana fue... caótico. Una jaula de grillos. Una colección de funcionarios otomanos borrachos. Uno de los guardias, ya cuándo nos íbamos, le pidió a Carlos que le regalase el sombrero. Carlos, educadamente (siempre se le habla educadamente a alguien que lleva un rifle) le dijo que NO! :bounce:

     

    Hectorhack ¿no te estarás confundiendo el Mar Negro con el Mar Muerto? Flotar se flota, que duda cabe, pero creo que el que destaca por ello es el Mar Muerto. En cualquier caso, si quieres ir al Mar Negro desde Estambul, pues sin problemas, está casi al lado. Hay cruceros turísticos por el Bósforo que se acercan hasta allí, supongo que estarán bien de precio

     

    Saludos


  6. Siguiendo el consejo del amigo Tony, concentro un día en un post. Muy equitativo, a que si?

     

    DÍA 13- JROÑA QUE JROÑA

     

    Jueves 28-7-05

     

    Veroia es una entidad de población situada en la Macedonia griega. Demasiado pequeña para ser una ciudad, demasiado grande para ser un pueblo, no posee ningún monumento de importancia -apenas algún templo o ruína antigua- que haga que deje de ser un simple punto en un mapa de carreteras. Veroia, que en alfabeto helénico es algo así como Bepoia, lo que da lugar a rimas fáciles, está situada en plena ruta Istanbul – Igoumenitsa, y miles y miles de turcos la cruzan anónimamente en su camino hacia Europa Central. Gris y poco atractiva, hubiera pasado desapercibida también para nosotros si no fuera porque, aquel jueves de julio, en Veroia, un gasolinero gilipollas nos llenó de gasolina el depósito de nuestro motor diésel.

     

    Pero vayamos por partes: decidimos dedicar la mañana a hacer las últimas compras en el Gran Bazar y darnos un pequeño garbeo en coche por Estambul antes de pirarnos (básicamente, echarle un vistazo al puente del Bósforo, que como sabréis es un puente como cualquier otro, pero con la particularidad de que une dos continentes) Y así, tras los últimos regateos y atascos, abandonamos territorio otomano, pasamos la militarizada frontera grecoturca, y entramos de lleno en territorio griego. Por cierto que el boceto original del viaje incluía una visita a Atenas y los Monasterios de Meteora, pero motivos inexcusables de tiempo y dinero lo impidieron. En fin, casi mejor así. De este modo, algún día podré realizar el viaje por Atenas y las islas griegas que lleva ya bastante tiempo en mente.

     

    Total, que le ibamos pisando duro para llegar a Igoumenitsa a tiempo de pillar un ferry (sabíamos que era imposible, pero nadie quería decirlo en alto) cuando paramos en la fatídica gasolinera. Le decimos al fulano “diesel” (esa palabra estaba escrita en la tapa del depósito, en letras rojas, arial 48 negrita) el tipo asiente, y nosotros vamos a la tiendita a comprar agua y algo para jalar. Pagamos cristianamente con tarjeta –lo cual nos sería muy útil- y salimos cagando leches rumbo oeste.

     

    Ya sabéis lo que pasó: subiendo un puerto, el coche empieza a perder potencia, hasta casi pararse. Nos detenemos en el ancho arcén de la autovía a conjeturar sobre qué cojones le pasaría al Devorador de Kilómetros (cariñoso nombre del Xantia) “yo creo que es la culata”, “yo creo que son los pistones” , “yo creo que es una Maldición Bíblica”... Hasta que al fin se nos ocurre abrir la tapa del depósito y el olor a gasolina nos sacó de dudas (nunca me gustó la gitanada esta de “le gusta la gasolinaaaaa”... y en ese momento pues no, no nos gustó nada la gasolinaaaa) Al igual que en Praga, llamadita a los de Asistencia en Viajes para que nos saque las castañas del fuego. Tras muchas llamadas y discusiones, nos mandan una grúa que nos recoja el coche, lo deje en el taller oficial más cercano (Veroia, of course) y... nos pague una noche de Hotel – Yuhuuuu!!

     

    Ya en la comfortable habitación del Hotel, viendo “Rocky IV” en griego y esperando que el sueño nos abatiera, pensábamos que sólo un milagro nos sacaría de allí en breve. No iba a ser necesario. Bastaría con un mecánico honrado. Pero eso lo contaré mañana.

     

     

    FOTO: ¿! Que pasa neeeeeeennng!? La foto tiene truco, está sacada desde la grúa, Miguel no cabía y tuvo que quedarse en el coche

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  7. Unos pequeños apuntes sobre Istanbul que no pueden (o no deben) ser comentados con fotos

     

    DÍA 12- ISTANBUL

     

    Miércoles 27-7-05

     

    1: Las guías turísticas podrán ser todo lo alarmistas que quieran, pero os diré una cosa: el agua del grifo de Estambul es potable. Yo soy la prueba viviente de ello, tras beber durante la noche no menos de litro y medio de agua de grifo, hecho provocado por el hecho de que el aparato de aire acondicionado se negase a funcionar. No está demostrado científicamente que la ligera descomposición estomacal que arrastré los dos días posteriores esté relacionado con todo esto.

     

    2: Los turcos, pese a ser buena gente, no tienen ni idea de fútbol, lo que ha provocado que se hayan hecho a bloque del real madrid. No contentos con ello, presuponen que todo hispano con el que contactan es acérrimo seguidor merengue, ignorando que a una sufrida y silenciosa mayoría dicho equipo nos resulta más indigesto que un kebap de ricino (que no se enfaden los merengues, pero es que estamos de Robinho hasta los huevinhos)

     

    3: Escuchar, al caer la noche, las llamadas a la oración desde los minaretes es fascinante y arrebatador. Comprobar como nadie les hace caso es gracioso y digno de señalar.

     

    4 y último, pero no menos importante: el tráfico de Estambul. Llamarlo caótico es ser generoso. Pero, tras haber pasado Rumanía, ya estábamos curados de espanto... Lo bueno es que hay mucho sitio donde aparcar: donde te salga de los huevos, incluyendo aceras, medianas y parques públicos. Nadie protesta y nadie pone multas. Nuestro coche pasó dos días aparcados en una bulliciosa calle comercial, y no sufrió ni un rasguño.

     

    Mañana comenzamos la vuelta a casa!


  8. El Gran Bazar es un lugar paradisíaco para quien guste de regatear, negociar, y discutir con mercaderes turcos entre sorbo y sorbo de té a la manzana. No es mi caso. A mi me pareció un almacén de los chinos, pero con otro estilo (fuera coñas, quien pretenda encontrar un tesoro bizantino o la lámpara de Aladino, que lo olvide. Aquí triunfan los bolsos de imitación y las camisetas del Deivid Beckham)

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  9. Hay lugares y situaciones que apenas pueden ser descritos. Llevo ya bastante tiempo parado frente a la pantalla del ordenador intentando describir, contar, comunicar los hechos acontecidos aquel martes de julio en la aduana búlgaro-turca y, me cuesta admitirlo, no soy capaz de escribir nada que haga mínima justicia a mis recuerdos de aquel edificio demencial, lleno de estancias surrealistas, cada estancia con su ventanilla, cada ventanilla con su turco, y cada turco con su botella de aguardiente. Admito mi derrota literaria y paso rápidamente a contar nuestras desventuras en Estambul. Y como una imagen, dicen, vale más que mil palabras, acompaño la crónica con fotos sacadas allí.

     

    Ahí va la primera... ¿son piezas de tetris? NO! Son edificios estambulianos! Estambul es la ciudad más heterogenea que conozco, en la que te puedes encontrar una hermosa mezquita o minarete rodeado de un mar de infraviviendas.

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  10. Pues no sabía yo eso de que se podía entrar... Había un poli por ahí que nos echó de no muy buenos modos (esto de parecer un terrorista...) Pero bueno, gracias por la información, si algún día vuelvo la tendré en cuenta.

     

    DÍA 11- MUCHO TURCO EN TURQUÍA

     

    Martes 26-7-05

     

    Yo no podía irme de Bulgaria sin hacer dos cosas: bañarme en el Mar Negro y probar el yogur búlgaro. Y en apenas 20 minutos cumplí ambas obligaciones. Primero un baño matutino en las cálidas aguas de Nessebar (un auténtico caldo para tres gallegos del norte acostumbrados a las frescas corrientes oceánicas) y luego un desayuno a base de bollos de yogur –una especie de bollos de leche en versión búlgara- antes de emprender el viaje a Estambul.

     

    Una de las grandes ventajas del viajar en coche frente al Interrail es que estás obligado a conocer los paisajes por donde viajas. Me explico: en los interrailes, al menos en mi caso, siempre se cae en la tentación de los trenes nocturnos, que permiten viajar de una ciudad a otra sin perder tiempo. Y así, un viajero puede ir de Hendaya a Paris durmiendo, de Paris a Viena durmiendo, de Viena a Berlin durmiendo, etc..., y se ha perdido las Landas, las Ardenas francesas, el Rhin, los pueblos de Baviera... En definitiva, se hace turismo de ciudades, despreciando los paisajes. Y aún en el caso de que se viaje de día, si uno ve un pueblo, río, o paisaje encantador, no podrá pararse a disfrutarlo.

     

    En el coche no ocurre eso. Y esto viene al caso porque una de las mayores sorpresas del viaje fue nuestro trayecto-aventura por la inmensa zona boscosa que separa (o une) Bulgaria o Turquía. Nos perdimos, dimos vueltas, encontramos ríos y parajes de ensueño en un lugar donde nunca hubiéramos pensado que los podía haber. Todo aquello fue el preámbulo para la surrealista aduana entre Bulgaria y Turquía. Pero eso lo contaré más adelante. Ahora, una de las pocas señales de civilización que vimos en muchos kilómetros (no hace falta saber búlgaro para pillar el mensaje)

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  11. Lo de la manera de conducir era increíble, de verdad. Tal vez penséis que exagero, pero lo cierto es que los tres acabamos acojonados. En el trayecto Brasov-Bucarest, de noche y por una carretera de montaña, ha sido quizás la única vez en mi vida que he tenido miedo de tener un accidente grave... Rodeados de coches infames, que no hubiesen pasado una ITV ni de chiripa, la mayoría de ellos sin luces, bajando el puerto a velocidades endiabladas, adelantando en curvas... Vamos, que los italianos, griegos y portugueses (y españoles, que aquí también nos llega) conducimos como Ned Flanders, comparados con los rumanos.

     

    Espero volver a Rumanía y quitarme el mal sabor de boca, pero no será en coche.

     

    DÍA 10- EN ESE BAR DE NESEBAR (Bulgaria)

     

    Lunes 25-7-05

     

    ¿Sabíais que en Bulgaria asentir con la cabeza significa NO y negar significa SÍ? Esto provocó anécdotas surrealistas a la llegada al camping de Nessebar, una pequeña ciudad al borde del mar Negro, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por su colección de iglesias bizantinas, del que yo tenía grandes expectativas y me defraudó un poco, no tanto por el pueblo en sí (muy chulo, escribid Nessebar en el buscador de imágenes de Google y os haréis una idea) sino por su entorno, dedicado al turismo cutre de sol y playa, algo así como una versión miserable de la Costa del Sol, de lo que nuestro cochino camping “by the sea” era gran ejemplo.

     

    Por cierto que tras día y medio alimentándonos exclusivamente a base de rebanadas de pan estábamos lógicamente hambrientos. Nos dirigimos al bar del camping, y al comprobar desolados que la cocina estaba cerrada, decidimos tomarnos unas birritas. Y para nuestra inmensa alegría, comprobamos que el precio de la cerveza en Bulgaria es lo más parecido a un regalo que un español pueda imaginar. El resultado es: ingerimos unos dos litros de cerveza cada uno, lo que unido a nuestra falta de alimentación nos provoca una moca considerable, volvemos a la tienda y dormimos unas 12 o 13 horas (y falta que nos hacía) ¿Alguien ha dicho que la cerveza no alimenta?

     

    Una foto de la entrada de Nessebar (o Nesebar) La foto es chunga y está sacada desde el coche, pero es que cuando las pilas de la cámara se agotan... De todos modos, ya digo que en la web hay fotos fantásticas de este curioso lugar.

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  12. DÍA 9- RUN, RUN, RUMANÍA

     

    Domingo 24-7-05

     

    Llegará el día en el que tenga esta conversación con mi nieto:

     

    -Abuelito, ¿cómo es Rumanía?

     

    -Pues, a ver, hijito, Rumanía es... ¿sabes ese poblado chabolista que hay a las afueras? Pues es como ese poblado, pero en país.

     

    -Abuelito, ¿no estarás exagerando?

     

    -Pues quizás sí, hijito, tal vez... Es cierto que tiene algunas zonas bonitas... Mmmm... Los Cárpatos son impresionantes, y hay algún paisaje transilvano chulo. Pero la mayor parte del país parece sacado de un reportaje de Informe Semanal, un país...

     

    -Mamá, el abuelo ya está delirando! Me parece que la medicación no...

     

    -Vamos a ver, hijito. Imagínate un país lleno de locos al volante de Dacias y R-12s del año de la tana circulando a 140 por hora por carreteras sin apenas asfaltar, adelantando en doble línea contínua y dándote luces para que te eches a la cuneta y poder ellos adelantar cuando viene alguien de frente. Imagínate un país en el que las señales de tráfico están puestas con el objetivo de que te pierdas, y tengas que abandonar la carretera principal y dar mil vueltas por un pueblo miserable para acabar en el mismo sitio del que saliste. Imagínate un país en el cada 15 o 20 kms te encuentras un Dacia, un camión o un autobús espetado contra una casa, y un montón de fulanos que miran preguntando cómo coño ha podido suceder, y...

     

    -Abuelito, ¿y como fue vuestro paso por Rumanía?

     

    -Pues acojonados, hijo, acojonados por si uno de esos tarados motorizados acabase por echarnos a la cuneta, o que un autobús perdiese el control y que tuviéramos que volver a casa en una caja de pino transilvano...

     

    -Abuelito, ¿no hay nada bueno en Rumanía?

     

    -Ya te he dicho que sí hijo, que hay zonas bonitas, que la región de Maramures no la vimos y tengo entendido que es preciosa, y que tal vez mis recuerdos estén traumatizados por el acojone que pasamos en la carretera, y... y bueno, la que nos atendió en una gasolinera estaba muy buena

     

    -Abuelito, ¿y dónde dormísteis en Rumanía?

     

    -Pues en el coche, hijo, en un puto descampado a las afueras de Bucarest, en medio de un montón de camiones de matrículas variopintas, y con las llaves en el contacto por si había que salir pitando...


  13. DÍA 8- HUÍDA TERMAL

     

    Sábado 23-7-05

     

    ¿A quien no le ha pasado nunca lo de tener que salir pitando de una terma de Budapest porque un mariconsón de 1,90 y aspecto sodomizador quería petarle las cachas? Lo digo porque mi compañero Miguel no pareció tomarse demasiado a bien la insinuación de un fulano, versión húngara del poli de los “village people”, y provocó que tuviéramos que salir por patas de una terma de cuyo nombre no quiero acordarme para que la cosa no pasara a mayores.

     

    El caso es que, como era de suponer, el asunto no pasó de anécdota, y ahora Carlos y yo tenemos tema para putear a Miguelete durante los próximos 45 años :bleh:

     

    El resto de la visita a Budapest transcurrió por parámetros más normales. Paseo a la vera del Danubio (que de azul tiene lo justo), fotito al Parlamento (que pena que no se pueda entrar) y cruzar algún que otro puente para hacer la coña de “ahora estoy en Buda”, “ahora estoy en Pest”, y todo eso. Aquí las cosas son bastante baratas, más incluso que en Praga, pero pese a ello no nos dimos más lujos que alguna que otra cerveza en una terraza.

     

    Y así de tranquilos concluímos nuestro segundo día en Budapest. Mañana empieza la aventura; Rumanía, Bulgaria, Turquía... Teníamos la impresión de que nos esperaban emociones fuertes. Y no nos equivocábamos...

     

    Sin duda la imagen más reconocible de Budapest, el Parlamento. Muy vista ya, pero igualmente sugestiva

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