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sodapop

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Mensajes publicados por sodapop


  1. Que putada... es que cierren tan temprano los bares...

     

    ¿Y que hago yo ahora con este pedo? ;)

     

    Mañana me arrepentiré de esto ;)

     

    Saludos a todos los foreros desde Tenerife, aunque mañana de regreso a Barcelona, dónde hay que ir organizando un encuentro...

     

    ;)

     

    Editado: veo que solo me salen sonrisas... don't worry, be happy


  2. Día 15. La Xania – Rethymnon

     

    Por la mañana nos fuimos a dar una vuelta por el puerto. De camino nos agenciamos un melón, unos plátanos y unas naranjas que degustamos en el muelle. Ya con las fuerzas repuestas empezamos a preguntar por diferentes agencias de viaje el modo de continuar nuestra ruta en los próximos días hacia Turquía, pasando por las Cicladas. No parecía muy fácil, y teniendo en cuenta que no nos encontrábamos en temporada alta, había que andarse con ojo con las fechas de los ferrys entre islas, que no son diarios. Las dependientas guapas y muy poco simpáticas nos intentaban confundir aún más, así que nos organizamos vagamente la salida de Creta hacia Santorini para dentro de unos días y dejamos el resto para otro día, como buenos españoles.

     

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    Bahía de la Xania

     

    De camino a la estación de guaguas nos pasamos por el mercado dónde hicimos un buen avituallamiento para los próximos días. Un buen trozo de queso semitierno un poco ahumado, unas empanadas de espinacas riquísimas y pistachos, muchos pistachos. Allí había gente de lo más auténtica, como demuestra la foto.

     

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    Mercado de La Xania

     

    Regresamos a la estación de guaguas y nos fuimos dirección este, hacia Rethymnon. No recuerdo los precios de las guaguas en Creta, pero me suena que no eran muy caras. Allí habíamos quedado con Costas, un amigo de un amigo (Dimitris) del compañero de piso (el Moretti) de una amiga (Lygia) de una amiga (Ada), que amablemente se había ofrecido a hospedarnos y al que ni siquiera conocíamos.

     

    Teníamos tiempo para explorar un poco la ciudad, así que nos dejamos perder por sus callejuelas agradables, que sin ser tan hermosas como las de la Xania tenían su encanto. Deambulando llegamos al puerto y nos acercamos hasta un precioso faro de piedra muy porosa de color beig que lo preside. Nos dejamos caer un rato bajo el sol intenso a disfrutar de la vista de la bahía de la ciudad, desde la que podíamos percibir el ruido de las grúas de descarga del muelle y ver a los turistas que se podían permitir el precio de las terrazas de la avenida marítima. Nosotros, en cambio, nos preparamos un buen bocata viajero sin complejos.

     

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    Pescadería de Rethymnon

     

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    EL queso

     

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    Típico bocata mochilero

     

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    El faro de Rethymnon

     

    Al poco rato llegó Costas con su coche, que no tuvo problemas para identificar a los dos mochileros que, quien le mandaba, iba a meter en su casa. El tío era simpatiquísimo y por el camino nos fue hablando de su trabajo: director de nutrición para una empresa que cría cerdos. Al principio creía que era coña, pero no, y por lo visto era de lo mejorcito en su trabajo, del que nos contó algunas anécdotas curiosas. Afortunadamente, tras algunas historias de cerdos empezamos a descubrir que era un melómano sin remedio, y empezamos a hablar de música. De hecho tiene un programa en una radio local.

     

    Nos llevó a casa, nos aseamos un poco y salimos a ver la ciudad y alquilar un coche para el día siguiente. Gracias a sus habilidades de negociación conseguimos un buen precio: ya teníamos solucionado el cómo explorar Creta en los próximos días. Desde allí fuimos a casa de un amigo suyo a convencerle para que se viniera a cenar con nosotros. Era un tipo de lo más peculiar, grande y ancho, serio y hospitalario, con un nombre bastante contradictorio, Babys. El pobre andaba deprimido, y con razón, porque había perdido su trabajo y con ello la casa maravillosa en la que vivía, con vistas al mar y a la Fortezza Veneciana de Rethymnon, y estaba haciendo la mudanza para volverse a Atenas a buscar mejor suerte. No lo convencimos para que se viniera, pero nos habló de sí mismo mientras degustábamos un rakí y un dulce de fruta en almíbar hecho por su abuela (Dios la tenga en su Gloria). Su familia es descendiente de los refugiados de Asia Menor (en Turquía) que tuvieron que “regresar” a Grecia tras el intercambio de población del final de la guerra con Turquía. Digo “regresar” porque muchos de ellos no habían estado en su vida en Grecia, ni siquiera sus más remotos antepasados. Habló del espíritu de hospitalidad de la gente de Asia Menor y no tuvo que darnos muchas explicaciones, ya que lo demostró con creces en el poco tiempo que pasamos con él.

     

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    Fortezza de Rethymnon

     

    Dejamos a Babys con su mudanza y nos fuimos a poner las botas a una taverna fuera de la ciudad donde comimos hasta reventar y despalillamos una botella de vino. La comida era deliciosa, champiñones, verdura asada, pan tostado con tomate y queso feta, carnes tiernas y especiadas, papas con salsa de yogurt griego… Durante la cena Costas nos explicó con todo lujo de detalles la desastrosa guerra contra Turquía tras la I Guerra Mundial y las consecuencias que tuvo para Grecia. Es una historia demasiado larga para contar aquí, pero fue genial como nos hizo ver ambas partes del conflicto de una forma objetiva, asumiendo el gran error que supuso el ansia expansionista griega de aquel momento. De los conflictos entre Grecia y Turquía ya podré hablar más en otro momento.

     

    Aún nos faltaba por conocer la vida nocturna de Rethymnon, que se demostró una ciudad muy animada, con muchos estudiantes y menos elitista que las que habíamos visto anteriormente en Grecia. Fuimos a un local llamado Le Figaro dónde ¡sorpresa! la gente estaba de pie, aunque sin bailar. Me sorprendió que sonaban grupos como Gotham Project, Amparanoia, Ska-P, Ojos de Brujo, Bebe, Jarabe de Palo… y empezamos a sentirnos como en casa.

     

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    "Ena Mythos Paracaló!"

     

    Dos o tres Mythos después Tià creyó ver a alguien conocido y para nuestra sorpresa nos encontramos con la chica soriana conocida de Fuyumi que habíamos encontrado en Atenas cuando tomábamos un frappé hace apenas unos días. Casualidades del destino, ella era erasmus en esta ciudad, y precisamente habíamos entrado en el pub con mayor número de erasmus y leonardos por metro cuadrado de Rethymnon. Pasamos el resto de la noche de cachondeo entre otros con Patricia de Mataró, Julie de Tolouse, una alemana arquitecta, Carmen de Huesca, un italiano de Siracusa y un friky cuarentón de Madrid que nadie tenía muy claro que hacía allí, y tampoco quién se lo iba a llevar.

     

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    Costas, Patri "la de Mataró", yo y Tià

     

    A las 5:00 AM nos dispusimos a regresar a casa con nuestro divertido anfitrión, quien a lo zorro, nos había pagado las cervezas que nunca dejaron de pasar de mano en mano. Aún sudo de pensar cuanto le pudo salir la broma. Lo más increíble es que Costas tenía que entrar a trabajar a las 7:00 AM, pero como ya nos estaban demostrando, en Creta la hospitalidad es lo primero.


  3. Día 14. Creta (La Xania – Garganta de Samaria – Agia Roumeli – Khoros)

     

    Con los huesos doloridos y ese nubarrón mental producto del no dormir nos bajamos de nuestro ferry en La Xania. Este sitio nos dio muchos quebraderos de cabeza desde el momento en que intentamos comprobar los horarios de los ferries por teléfono. En español se escribe La Cania, en griego (con alfabeto latino) la Xania, y también lo puedes ver escrito como La Chania… Pero se pronuncia algo así como “Lajañá”, cosa que no averiguamos hasta bastante tiempo después y tras muchas búsquedas frustradas en el mapa. El billete del ferry Atenas-Creta, por cierto, nos costó 22€ por cabeza y creo que no aceptaban descuentos. En las guaguas aceptan descuento de estudiante sólo si perteneces a una universidad griega.

     

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    El gran ferry de "El Venizelos" desde el puerto de la Xania

     

    Acabábamos de llegar a Creta, dónde teníamos los días contados para ver una isla enorme, con grandes atractivos. Teniendo en cuenta que habíamos llegado muy temprano aún estábamos a tiempo de hacer la excursión de la Garganta de Samaria. Una guagua nos llevó desde el puerto hacia La Xania (a unos 7 Km.). En cuanto vimos un poco de civilización nos bajamos e intentamos orientarnos por el mapa. Atravesamos una plaza llena de desempleados madrugadores a la espera de algún patrón con trabajo y poco después llegamos a la estación de guaguas.

     

    Dejamos las mochilas en consigna y nos metimos en el último momento en la guagua que nos llevaría hasta las montañas del sur de Creta. El paisaje es bastante impresionante, con picos salpicados de nieve en pleno mayo, y los valles cultivados que se extienden hacia la cara norte, dónde se encuentran todas las ciudades importantes. La franja entre la costa sur y la cordillera es tan estrecha que hace que los pueblos de ese lado estén muy mal comunicados, y por tanto, mejor conservados ante la avalancha de turistas. La guagua nos dejó en lo alto de la cordillera, en el punto donde comienza el descenso de la Garganta de Samaria, una profunda brecha en las montañas convertida en parque nacional. La entrada al parque cuesta 5€, lo que no es caro teniendo en cuenta la belleza del paraje.

     

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    La entrada al Parque Nacional

     

    La caminata comienza entre pinos, por la ladera de la garganta, pero una hora después ya caminas por la base, junto al agua que corre en dirección al mar de Libia, al sur de Creta. La visión de la garganta, con paredes elevándose a 300 metros por encima de nosotros es sobrecogedora. Los únicos sonidos perceptibles eran los del agua corriendo entre las rocas y los pájaros que surcan el cielo de una pared a la otra. Durante el camino encuentras muchas indicaciones para no perder la ruta, formadas por piedras puestas una encima de otra en equilibrio, pero llegado un momento comienzan a multiplicarse hasta que forman un bosque de estas columnas. Como no podía ser menos también nosotros dejamos una en recuerdo de nuestro paso.

     

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    El bosque de señales, Garganta de Samaria

     

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    El punto más estrecho de la garganta. Tres metros de una pared a la otra.

     

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    Y más garganta...

     

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    El cielo en la distancia

     

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    Las seis horas de descenso se nos pasaron volando, pese al cansancio acumulado y la noche sin dormir. La garganta se abre al mar junto al pueblo de Agia Roumeli, en medio de la costa accidentadísima, que sólo permite el acceso por barco. Afortunadamente nuestro barco salía una hora más tarde, por lo que pudimos darnos un baño revitalizante en las aguas cristalinas y secarnos al sol en la playa de piedras al rojo vivo. Los cuatro largos en el agua y la siesta posterior fueron un regalo del mismo Poseidón, que debía andar por allí cerca.

     

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    Final del trayecto

     

    Más tarde desde el barco pude disfrutar de los fondos azules, los acantilados y las pequeñas calas de la costa. Nuestra compañía era una horda de turistas anglosajones en su gran mayoría (mucho canadiense, estadounidenses, inglés, neozelandés…), que hacía pensar cómo se podría poner la isla cuando se les sumaran los españoles e italianos en verano. El barco nos llevó hasta el pueblo de Khoros (por el “módico” precio de 6.50€) desde el que cogimos una guagua que nos llevó de regreso a la Xania, en la costa norte.

     

    La que fue la antigua capital de Creta, y ocupada durante siglos por los venecianos tiene un casco antiguo bastante agradable y con cierto encanto, pese a las calles repletas de joyerías, tiendas de souvenirs, restaurantes y “rooms for rent”. En uno de estos encontramos una pequeña habitación doble con baño por 25€. La influencia veneciana se deja notar y la bahía de la ciudad recuerda en cierto modo a la Serenissima. Eso sí, más allá de las viejas murallas la ciudad es sucia, caótica y ruidosa, con carnicerías de higiene cuestionable, gente muy auténtica e inquietante y muchos locales de streeptease.

     

    Ya no estábamos para muchos trotes, así que después de un gyros nos fuimos a dormir apaciblemente a nuestra pensión. Al fin un colchón mullido...


  4. Ya tengo por fin un piso propio en Barcelona y a la espera de que nos pongan la ADSL ya disfrutamos de la generosidad de un vecino que comparte con nosotros su wireless... Así que pese al curro por el que me pagan y al curro que me da tener un casero mezquino que nos dio el piso en condiciones lamentables, espero poder actualizar un poco más a menudo. Y también volver a pasar por otros diarios y otros posts del foro, que tengo bastante abandonados. Un saludo para todos los que resisten mi paso de tortuga...

     

    Wiki: Ey, bienvenido paisano. La verdad es que soy de Santa Cruz y ahora mismo no estoy por las islas, pero adoro la ciudad universitaria y es por dónde suelo salir siempre que estoy por casa. Me alegro de que te guste el diario, tómatelo con calma y vete conociendo a los personajes que hay alguno que da para mucho :D

     

    Cadeer: Bueno, continúan las aventuras del Moretti y sus invitados, bienvenido al diario. El otro día intenté entrar en tu blog de Bratislava, le iré echando un vistazo que parece interesante. El diario también lo pongo en mi blog, www.encapuchadonaranja.com, así que puedes elegir formato y nos "retroalimentamos" (que feo palabro) sobre nuestros inicios con los blogs, ¿ok?

     

    Beneharo: ¿Corfú? Uau, suena exótico para un erasmus. Aunque algo parecido deberán pensar los que se vienen de Erasmus a Canarias, ¿no? Hombre, en Grecia, y con razón están acostumbrados a coger barco para moverse, así que imagino que no estarás muy aislado. El problema es que estarías en un límite del país, y no en el centro, como en las Cicladas, que tendrías todo un poco más a tiro.

     

    Lo de el Aula de Idiomas te lo comentaba precísamente por eso, es bastante salada. Yo la verdad, no estudié en la Universidad de La Laguna, sino en la de Las Palmas, pero mis amigos sí me lo han comentado. Bueno, un saludote.


  5. Día 13. Nafplio – Mycenas – Fithio – Atenas

     

    Dejamos atrás Nafplio para aventurarnos en la historia griega. Tras el ya habitual bocadillo de sobrasada con frappé del desayuno nos dirigimos a la empresa de guaguas a ver qué posibilidades teníamos para recorrer los alrededores. No eran muchas, sobre todo por problemas con los horarios (a partir del mediodía ya casi no había posibilidades para regresar a Nafplio desde cualquiera de los posibles destinos). Al final nos decidimos por Mycenas, las ruinas de la capital de la antigua civilización micénica.

     

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    Puerta de los leones, Mycenas.

     

    Las ruinas de Mycenas datan del 13 a.C. y son poco más que un montón de rocas en un entorno bucólico bastante agradable. La civilización micénica se extendió más allá del Peloponeso, llegando a las Cicladas, el Dodecaneso, etc. y fue la más importante de la zona durante muchos siglos. El tiempo y los incendios hicieron que lo que queda para ver no fuera muy interesante, pese a las explicaciones de qué había sido cada roca en el pasado.

     

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    Los restos de una civilización...

     

    Cerca de allí encontramos el “tesoro” de Atreas, o la tumba de Agamenón: una colina excavada en forma de colmena que se usaba como cementerio. No estábamos muy impresionados por lo que habíamos visto, pero había sido interesante conocer un poco de aquella cultura a través de las explicaciones del museo. Teníamos la intención de coger esa misma noche un ferry en Atenas que nos llevara a Creta, así que buscamos la forma de regresar a la capital en aquel lugar en medio de la nada. Nuestra guía nos decía que no hacía falta regresar a Nafplio, que a unos cuantos kilómetros se encontraba un lugar llamado Fithio desde el que podríamos coger la guagua con destino Atenas.

     

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    Tumba de Agamenón o el Tesoro de Atreas

     

    Seguimos caminando mientras hacíamos auto-stop y al rato tuvimos la suerte de que nos recogió un coche en el que iban un hombre y su madre grieguísima. Mientras nos intentábamos hacer entender y él nos intentaba contar que había estado alguna vez en la Costa del Sol se le escapó una palabra en italiano y a partir de ahí todo fue más fácil. Resultó ser un médico que había estudiado en Torino, como tantos otros griegos que no consiguen entrar en la carrera que desean y se van a otros países a estudiar porque no hay suficientes plazas en Grecia.

     

    Así llegamos a Fithio y nos despedimos del médico y su adorable madre. Resultó ser un no-lugar de categoría, aunque con bar de pueblo auténtico en el que esperamos pacientemente la llegada de nuestra guagua. Regresando a Atenas cruzamos el canal de Corinto, que ya había visto a la ida, por lo que esta vez pude preparar la cámara a tiempo (y despertar a Tià, que dormía, por supuesto) para dejar constancia del hecho.

     

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    Ese pedazo de no-lugar. Ojo al poster, ¿esquela o anuncio de un concierto?

     

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    El canal de Corinto

     

    Llegamos a la estación de guaguas de Atenas con tiempo suficiente para llegar al centro, recoger nuestras mochilas y salir al puerto de El Pireo para coger el barco. Lo que no nos esperábamos encontrar a nuestro regreso a Atenas era que justo ESE día hubiera una huelga de transportes en la capital. Porca miseria.

     

    Tras asegurarnos de que no había otra posibilidad nos pusimos en la cola de los taxis y nos pusimos de acuerdo con unos canadienses que también iban para el centro, con la intención de ahorrarnos algo de dinero. El caso es que cuando llegamos a nuestro barrio, le dejamos a los canadienses algo más de la mitad de lo que marcaba el taxímetro y nos fuimos. El taxista, que hasta entonces había demostrado ser un tipo muy simpático y charlatán (en inglés) empezó a gritarnos y a decirnos que teníamos que pagarle, que eso no funcionaba así. Nosotros flipando, y con buena intención nos volvemos y le decimos que ya lo arreglamos con los canadienses, que pagan ellos. Los canadienses que le decían que sí, que se tranquilizara y el tío, poco convencido, les dice que si pagan ellos que no hay problema, pero que paguen por todos. Claro, era la idea, ¿no?

     

    Minutos después descubríamos en boca del Moretti el gran secreto del negocio de los taxistas griegos. Llevan a varias personas que van al mismo lugar o a sitios cercanos y hacen pagar a CADA UNA el precio total del viaje. Olé sus huevos. No pudimos evitar imaginarnos a los simpáticos canadienses pagando por todos, pero rápidamente nos autoconvencimos de que en Canadá el salario base seguramente es el doble que el español y entonces se nos acabaron los remordimientos.

     

    Así llegamos a Exarhia, dónde el buen Moretti en nuestra ausencia nos había organizado la estancia en Creta y hasta nos había hecho la colada. Hasta ahora no había podido detenerme en detalles sobre este personaje. ¿Quieren saber quién es realmente Juan Moretti?

     

    Lo conocimos porque desde hacía un mes era el compañero de piso de Lygia, una amiga de una amiga nuestra. El susodicho se declara murciano, pero no español, y para demostrarlo cuenta con un acento murciano de lo más característico. Pero a ver, ¿un murciano que dice no ser español? ¡Se nos derrumba España! ¡Si al final va a ser cierto que ZP nos desintegra el país…! ¡Pues no! Es que el que se autodenomina Juan es en realidad Gianluca, italiano como su padre. ¿Y qué hace en Grecia? El muchacho se echó novia griega hace cuatro años y desde entonces ha vagado por diferentes lugares de Grecia buscándose la vida como profesor de español, cocinero de restaurantes patrios, etc. Ahora necesita sacarse el título para ser profesor de español de forma oficial, y lo divertido es que como español no podría conseguirlo. Necesitaría tener un título universitario, pero como italiano sólo necesita un título de la escuela oficial de idiomas, que evidentemente, no le costará mucho conseguir. El Moretti, además, toca la guitarra, la trompeta y como dice él mismo “yo soy más griego que esta panda de griegos anarquistas que hay por aquí”. En definitiva, un crack, cuya generosidad y hospitalidad con nosotros, unos absolutos desconocidos, fue sorprendente.

     

    Nos despedimos de él tras hacernos el último y enésimo favor: convencer a uno de los pocos taxistas que se paraban por allí de que nos llevara al puerto. No nos quedaba mucho tiempo, pero con el sistema griego de “trabajo lo mismo y cobro el doble” el taxista acercó primero a una señora a su casa y entonces nos llevó al puerto, dónde por suerte aún nos esperaba nuestro ferry. Una mole inmensa de 11 pisos llamado “El Venizelos” que nos llevaría a Creta junto a un grupo de presos escoltados por policías que se nos sentaron detrás, esposados a sus butacas. Entre la T.V. griega, la luz, la incomodidad del suelo y los cachondeos del personal cada vez que le pedían a los polis que los acompañaran al baño la noche se hizo muy muy larga, y llegó el amanecer sin haber pegado ojo… Pero eso no importaba, porque ya estábamos en Creta.

     

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    El Pireo desde "El Venizelos"


  6. Beneharo: Vaya, así que lo tuyo es un plan a largo plazo, ¿eh? En fin, sigue preparándote, por lo que veo llegarás con muchas más posibilidades de integrarte en la cultura griega que muchos de los erasmus que conocí, que apenas eran capaces de hablar griego sino para pedir en las tabernas y pubs :( Por cierto, ¿dónde puedes aprender griego en La Laguna? ¿En el aula de idiomas de la Universidad? En fin, el próximo capítulo acaba en un barco rumbo a Creta, ya estamos más cerca :D

     

    Asiram Tenía mil fotos de ese atardecer, hice una dolorosa selección en su momento de la que hice otra dolorosa selección para el diario, y aún así no pude evitar que fueran repetitivas... pero es que fue uno de los atardeceres más hermosos que he visto en mi vida. De escaleras aún hablaré más adelante en el diario, cortesía del afán aventurero de mi compañero de viaje...


  7. Día 12. Atenas – Nafplio

     

    De algún modo que no consigo recordar fuimos capaces de levantarnos para llegar a la estación justo a tiempo de perder la guagua de las 12:30. Habíamos decidido ir hasta Nafplio, y desde allí movernos por las diferentes zonas de interés de esa parte del Peloponeso. La vendedora de los billetes, a la que por alguna razón no le gustamos, disfrutaba mientras nos explicaba que habíamos perdido la guagua y que no teníamos derecho a ningún tipo de descuento. El billete Atenas-Nafplio nos costó 10.20€ por cabeza.

     

    Poco después me di cuenta de como inconscientemente volvíamos a cargarnos de espíritu de cutrerío viajero cuando un hombre me miró desconcertado mientras lavaba unos tomates en el baño de la cafetería de la estación. En la barra Tià aprovechaba para poner en práctica las enseñanzas de Fuyumi, y con mi diario en mano intentaba pedir en griego dos frappés a nuestro gusto, para descojone de las camareras. Unos bocatas de chorizo con tomate más tarde ya estábamos de nuevo en camino, con Tià durmiendo como un angelito y yo y mi resaca envidiándole su narcolepsia no diagnosticada.

     

    Nafplio resultó ser una agradable ciudad portuaria, rodeada de altas colinas, sobre una de las cuales se alza parte de la villa. Hacia allí nos dirigimos con intención de encontrar una pensión, atravesando el casco antiguo de calles peatonales y escaleras por doquier. En lo alto de colina dimos con una pensión que por el módico precio de 26€ nos ofrecía un habitación doble con vistas a la Bahía y a la ciudad.

     

    Habíamos venido con tan sólo algunas cosas para pasar dos días antes de regresar a Atenas, y para nuestra desgracia habíamos olvidado los carnets de conducir. No había manera de alquilar una moto para ir a los lugares recomendados de los alrededores de Nafplio, así que miramos muy a lo alto y nos decidimos por una visita a la fortaleza veneciana erigida en lo alto de la ciudad.

     

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    La Fortaleza Veneciana desde Nafplio

     

    Con paciencia empezamos a subir los 1000 peldaños que cuenta la leyenda que hay hasta llegar a la fortaleza. Tuve que soportar como un grupo de escolares alemanes me adelantaba sin ningún tipo de respeto, incluso los que se paraban cada diez peldaños para hacer una marca en una libreta y proseguir la marcha. Mis pulmones maldecían al tiempo que repetía las promesas de año nuevo de “en cuanto llegue a casa me pondré a hacer deporte”.

     

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    Para que vean que no exageraba tanto...

     

    Realmente el esfuerzo valió la pena, la fortaleza estaba muy bien conservada y daba a entender el poder de “la Serenissima” en una época en que los otomanos luchaban por el control del Mediterráneo. Para celebrar el ascenso me puse a preparar unos buenos bocadillos de sobrasada ante las desconcertadas miradas de los alemanes, quienes aún estaban decepcionados porque habían contado tan sólo novecientos sesenta y pico escalones.

     

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    El interior del castillo

     

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    De esta parte no creo que ataquen los turcos

     

    Tras el descenso fuimos hacia la zona del puerto. Allí descartamos la idea de subir a un barco para ir al pequeño castillo en medio de la Bahía, el atardecer ya era espectacular desde dónde nos encontrábamos. Decidimos regalarnos un frappé en una terraza para disfrutar de aquella maravilla que ocurría ante nuestros ojos.

     

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    Nuestra debilidad griega

     

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    No comments

     

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    Levando anclas

     

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    Frappé en mano la felicidad debe ser algo parecido a esto...

     

    Tras volver a la pensión y darnos una ducha revitalizante bajamos a las agradables calles del centro a cenar en una taberna. Para empezar la ya imprescindible ensalada griega y de segundo una mousaka (una especie de lasagna en que se sustituye la pasta por berenjena).

     

    Intentamos buscar un lugar en el que tomar una cerveza que se adaptara un poco más a nuestro gusto, pero nos topamos con la inevitable homogeneidad de la vida nocturna griega. Pubs con terrazas en los que la gente se sienta durante horas y paga unos precios exorbitantes por sus frappés, ouzos, etc. El hecho de estar de pie en algún lado es imposible, porque el interior de los pubs suele estar vacío… así que las posibilidades de conocer gente o relacionarse son aproximadamente las mismas que en los aparcamientos subterráneos de un centro comercial.

     

    Hubo un momento en que creímos encontrar la solución a nuestros problemas. Vimos a tres tipos que no encajaban con el perfil del pijo local y nos pusimos a seguirlos, esperando que nos llevaran a algún antro de mala muerte y cerveza barata. Para nuestra decepción al poco se pararon en otro pub aristo-freak y decidimos rendirnos a las circunstancias. El precio de la derrota fue de unos 10€ por dos cervezas belgas (las griegas brillan por su ausencia) y de regalo unas tapas que me hicieron desarrollar una muy íntima relación con el w.c. de nuestra pensión. Aunque posiblemente esta es el tipo de cosas que ustedes no quieren ni necesitan saber sobre mis viajes…


  8. Rutty: La verdad es que Lecce me gustó bastante, además Puglia era mi espinita clavada del Erasmus... Tiene pinta de que en fiestas puede ser un sitio bastante bastante cachondo. A me manca tutto de l'Italia... ma sopratutto quelle piccole cose come il caffè, i gesti delle mani, le italiane quando si incazzano (come sono belle...) e così via.

    Beneharo: ;) Lo de la media botella de ouzo sin agua es muy bueno. Y a todas, estas, ¿cómo te dio a ti por el griego moderno? El souvlaki viene a ser exactamente eso, un pincho, como en las romerías, como los de carne de fiesta, vaya. Lo que pasa es que está el pita souvlaki que es como un pita gyros pero con la carne del pincho (que por cortesía para tus encías extraen cuando meten la carne en el pan pita), a la que añaden yogurt, ensalada y a veces, papas fritas. A todas estas, quizás en los próximos días debería detenerme un poco más en la gastronomía griega, que he pasado de puntillas sobre ella... Bueno, cuando llegue a Creta, mejor, que allí sí que nos pusimos a tono :unsure:

     

    Peet: Bienvenido y gracias, de hecho si no fuera por mensajes como el tuyo hace tiempo que habría dejado de escribir este diario, que a veces pienso: ¿a quién coño le importa lo que estoy contando?


  9. Día 11. Atenas.

     

    Esta vez elegimos mejor el lugar dónde desayunarnos. Se trata de un tipo de cafetería bastante típica en Atenas que muestra en una vitrina todos los ingredientes con los que te puedes hacer un bocadillo y tú eliges. Señalando y con muchos paracaló, paracaló (por favor) uno consigue más o menos comerse lo que quiere. Para beber, un Nescafé en vaso de plástico grande que te preparan en una batidora, preguntándote antes la cantidad de azúcar que quieres (el expreso a parte de estar por las nubes no se ve demasiado en Grecia).

     

    Bajo un solajero impresionante (como diría Manolo Viera, humorista canarión: sol constante e intenso) con valentía y decisión nos dio por subir hasta el Monte Licabeto. A mayor altura que la Acrópolis, desde allí las vistas de Atenas y el Egeo son aún más impresionantes. Eso y todo pese a la nube radiactiva de polución que nos hizo pensar que si un pulmón ya nos lo habíamos dejado en la subida, al otro no le quedaría mucho de vida si nos quedáramos mucho más tiempo en la ciudad.

     

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    La Acrópolis desde el Monte Licabeto

     

    De regreso nos dimos un paseo por el centro, pasando ante tres edificios impresionantes de aspecto clásico: la universidad de Atenas, la Biblioteca y otro más que ya no recuerdo. La cantidad de tráfico, ruido y caos empañaba en cierto modo las bellezas de la ciudad, a lo que se suma el detestable, irritante y omnipresente sonido de los imanes de los cojones con el que los chinos han decidido poner a prueba la tolerancia, paciencia y cordura de los habitantes de las urbes europeas.

     

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    Universidad de Atenas

     

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    Reflejo del Monte Licabeto

     

    A modo de agradecimiento a nuestros sacrificados anfitriones habíamos decidido cocinar para ellos. Así que con mucha paciencia, paracalós, evgaristós, y una nueva bancarrota del fondo común nos aprovisionamos de los ingredientes necesarios en un supermercado. Unas buenas chuletas al ajo y perejil, papas con mojo, ensalada, pan con tomate y nuestras últimas existencias de jamón serrano, todo ello remojado en cerveza local.

     

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    Lygia, el Moretti y su amigo Dimitris disfrutaron de lo lindo de las viandas, mientras charlábamos de nuestros planes para los siguientes días. Dimitris resultó ser cretense, y mientras discutíamos de nuevo que 4 días no era suficiente para recorrer la isla, hizo una llamada telefónica y tan tranquilo nos suelta: “Bueno, ya está arreglado. Un amigo mío les hospedará cuando lleguen a Creta”. Y punto. Pues vale, evgaristó, y requeteevgaristó, y muchos thank you y por favor, Moretti, dile que gracias y que se venga a España cuando quiera. Y nosotros que aún ni nos habíamos aprendido el nombre de este tipo…

     

    De camino al Museo Nacional de Arqueología Tià y yo nos seguíamos preguntando: ¿Cómo estamos? Como queremos… Aún flipando de la hospitalidad de nuestros anfitriones griegos recorrimos decenas de salas repletas de arqueología de todas las etapas de la cultura helénica, disfrutando que los estudiantes de la Unión Europea no pagan un duro en los museos nacionales. Ah, Europa…

     

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    Regresamos entonces al barrio de Exarhia, dónde habíamos quedado con la tropa para tomarnos un inocente frappé antes de recogernos y descansar para nuestra madrugadora salida al Peloponeso. Como de costumbre, no fue posible. El frappé, por cierto, es una especie de batido de café y leche que se sirve frío y que tiene un aspecto muy apetitoso bajo el calor ateniense. Visto lo bueno que estaba, Fuyumi nos apuntó como pedirlo a nuestro gusto: “ena frappé me gala metrio glicó” (un frappé con leche y medio de azúcar). Allí, por casualidad nos encontramos con una soriana que conocía de algo a Fuyumi que se nos unió hasta que el Moretti y Dimitris nos secuestraron con la excusa de que no podíamos irnos de Atenas sin conocer de verdad la noche ateniense.

     

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    Risas, frappé y el Moretti

     

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    Dimitris, Tià y Fuyumi

     

    Tras cruzar a pie y medio acojonados algunos de los barrios más chungos del centro llegamos a la zona de bares de Thisio, con vistas a la imponente Acrópolis iluminada. Allí se juntan cientos de esas terrazas en las que los atenienses beben y charlan hasta que les venga en gana y los camareros nunca saben a qué hora podrán volver a casa. En una de ellas a Dimitris le pareció que era el momento de iniciarnos en el rakí: una poderosa bebida tipo orujo que se suele acompañar de tapas de comida griega, para que entre mejor. Al tercer o cuarto rakí Dimitris ya dudaba de nuestra idea de salir temprano al Peloponeso y empezó a compartir con nosotros algunas perlas de su sabiduría: “Dios oyó hacer planes a un hombre y se rió”, “yo si una noche no quiero beber, bebo cerveza”.

     

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    Iamas! con los vasos de rakí "regalo" del Moretti

     

    Muchos iamas! (¡salud!) más tarde regresábamos a pie tambaleante a casa, mientras yo me empeñaba en leer en voz alta cada cartel y letrero en griego, que poco a poco y rakí mediante, empezaba a parecer menos indescifrable. Cuando ya estábamos a punto de llegar nos tropezamos con Lygia y su amiga Nanna, que bebían ouzo en otra terraza y no nos quedó más remedio que quedarnos hasta más o menos la hora que habíamos previsto coger la guagua hacia el Peloponeso. De aquella parte de la noche queda constancia en mi diario que hubo una clase de griego de supervivencia: malaka (cabrón), ai gamisu (a tomar por culo), gamato (de puta madre), ise orea (eres guapa) y algunas de las habituales perlas españolas de Lygia: “uno, dos, tres, cuatro, cinco, sexo”, “quiero zuparte la poja”, etc.

     

    Aún hubo tiempo al llegar al piso de tener una conversación con Nanna sobre cine y las Islas Griegas (se empeñaba en que fuéramos a la isla de su familia pese a que nos quedaba fuera de la ruta y nos ofrecía incluso las llaves de su casa). Al amanecer, y antes de caer muertos, el Moretti nos dio una clase magistral sobre la mujer griega y los sufrimientos y satisfacciones de quien como él, había caído bajo las redes de una de ellas.


  10. Día 10. Atenas.

     

    Pese a la resaca pertinente decidimos despertarnos relativamente temprano y aprovechar el soleado domingo. Ya llevábamos unos cuantos días en Atenas y era hora de empezar a descubrir sus secretos arqueológicos. Tras un desafortunado desayuno (cosas del idioma) de un souvlaki (pincho de carne) y una ensalada de queso que resultó ser picantísima, iniciamos el ascenso a la colina de la Acrópolis en la que se alza, magnífico, el Partenón.

     

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    Al ser domingo pudimos entrar gratis, y así disfrutar aún más de las colosales columnas del templo y del otro edificio colindante, el Erecteión. Un pequeño museo reúne también bastantes esculturas que fueron encontradas en la zona. Pese a las indicaciones de la Lonely Planet en aquellos momentos uno no puede evitar lamentarse de haberse ido por ciencias y no estudiar Historia del Arte en COU. Desde lo alto de la Acrópolis, alcanzamos a ver la inmensidad de Atenas, que se expande en todas las direcciones, hasta que se encuentra con las montañas o el Egeo.

     

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    Erecteión con el Monte Licabeto de fondo... Y yo pensando, ¿de qué me suena ese nombre?

     

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    Las Cariátides

     

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    Atenas y el Licabeto de Marras

     

    En una ladera de la colina, paseamos junto a los restos del Teatro de Dionisio, que en su tiempo debió ser inmenso. También de otro teatro que aún se utiliza de vez en cuando para hacer representaciones y cuyas gradas unas señoras se esmeraban en limpiar a manguerazos. Regresando colina abajo nos llevamos unos cuantos gritos por sentarnos sobre algunas piedras en el Agora Antica, centro de la vida social y económica de la vieja Atenas. Desde allí pudimos apreciar también el atardecer tras el templo de Heráclito, un regalo para la vista.

     

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    Teatro de Dionisio

     

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    Templo de Heráclito. Agora Antica.

     

    Un poco saturados ya de mármol y ruinas nos dejamos perder por el popular barrio de Plaka, de pequeñas callejuelas llenas de tiendas para turistas, que pese a todo conserva un encanto especial. Mientras tanto, los griegos aprovechaban para salir a los cafés y pubs a tomar el ouzo, un Anís el Mono (que nadie les cuente la verdad, o sufrirán durante generaciones) que sirven muy frío y mezclado con agua. Cerca de una iglesia intentamos sacar una foto a tres chicas de no más de veinte años junto a la enorme estatua de un cura ortodoxo vestidas como bien lo podían haber hecho nuestras bisabuelas. Debieron darse cuenta de que no nos interesaba mucho la foto del cura porque se levantaron y se fueron dejándonos pensando en las posibilidades de un “Cuéntame” a la griega.

     

    De regreso a casa y habiéndonos ahorrado la entrada a la Acrópolis decidimos cambiar nuestra dieta de bocata de embutido, que además ya empezaba a escasear. Nos aventuramos en una recóndita taberna griega con carta exclusivamente en griego. Tras el cachondeo con las camareras para conseguir pedir algo, nos dejamos sorprender y comimos como reyes por primera vez en varios días. Empezábamos a rendirnos a la sencilla y deliciosa ensalada griega y el auténtico queso feta.

     

    Al llegar al piso, pese a que la mayoría de los griegos ya se habían vuelto a Tesalónica, nos encontramos con un tal Costas, recién llegado de su erasmus en Ámsterdam y ansioso en compartir cierta delicatessen afgana con los presentes. Al rato, tocan la puerta, y entran cuatro griegos con exóticos nombres como Xenia o Angelos y la ya conocida Fuyumi, que nacida en Japón, es de Huelva y al cerdo lo llama chancho. Una larga e interesantísima historia que tiene que ver con padres oceanógrafos, ballenas e infancias en Latinoamérica.

     

    El resto de la noche la pasamos en una terraza empezando a trazar las coordenadas de nuestros siguientes movimientos por el Peloponeso y las Islas Griegas. La dificultad venía de que cada uno de los presentes quería que pasáramos dos semanas en su pueblo o su isla natal, y se sentían ofendidísimos porque no podíamos quedarnos 2 meses en Grecia para verlo todo como dios manda. Nosotros realmente nos hubiéramos ido el resto de nuestras vidas a una isla con la adorable Xenia, con su castellano de dulce acento griego aprendido de erasmus en Barcelona, pero a su novio no le parecía tan bien y tuvimos que desechar la idea. Tras unas rondas de ouzo y cerveza nos volvimos a casa con más dudas que al principio sobre cómo proseguiría nuestro viaje, pero como hubiera dicho nuestro amigo de Brindisi: “Tutto a posto, non c’è problema”.


  11. Azaleamar: Lo del Black Block produce una gran impotencia, ya que desvirtúan muchísimo el mensaje que uno quiere dar. Los movimientos anti-globalización son muy variopintos, pero una mayoría abrumadora no acepta la violencia como un medio, y menos la violencia absurda de la quema de mobiliario urbano, coches particulares, etc. Sin embargo ellos son los que siempre salen en la tele, los que hacen la noticia, dejando el verdadero mensaje de los foros en un segundo plano. Es curioso como "luchando" contra lo que más odian les están haciendo un gran favor a los que realmente oprimen y tienen el poder de cambiar las cosas...

     

    Beneharo: Me alegro de tu regreso :rolleyes: Pues algún nombre raro todavía queda por salir...

     

    Asiram: Bienvenida y gracias por tu interés...


  12. Día 9. Atenas

     

    Después de dormir 10 maravillosas horas nos levantamos con la agradable sorpresa de que uno de los griegos había comprado una especie de empanadillas para el “desayuno”. Intentamos ser simpáticos, pero entre otros problemas de comunicación cada vez que preguntábamos a alguien su nombre nos respondían con algo impronunciable de al menos tres sílabas.

     

    Así que nos preparamos y salimos al centro de Atenas, dónde se celebraba la manifestación reivindicativa del Forum. Otra vez habíamos perdido la oportunidad de participar en alguno de los talleres de la mañana, está claro que no termina de ser del todo compatible el tema de los conciertos y las mesas redondas. O se va de fiesta al forum o se va a trabajar, lo que me dejó un decepcionante sabor de boca sobre mi participación en él.

     

    La manifestación fue multitudinaria y en principio bastante animada. Tanto que a nuestra llegada una de las primeras cosas que pudimos ver fue cómo dos partidos comunistas se liaban a mamporros por hacerse con el lugar deseado dentro de la marcha. No es que fuera la nota predominante, pero sí que una de nuestras amigas nos comentó que no era demasiado extraño que se llegara a las manos en asambleas universitarias, discusiones políticas, etc. “Grecia es así”, vaya.

     

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    Nos pusimos en camino, entre un grupo de estudiantes griegos que llevaba banderas contra una posible invasión a Irán y al poco nos encontramos con los primeros indicios de la presencia del Black Block dentro de la manifestación. Unos cuantos contenedores quemados en medio de la calle y algunas sucursales bancarias con síntomas de alergia al Cóctel Molotov. La mayor parte de la gente, que hasta ahora paseaba tranquila, empezaba a ponerse tensa, y alguien nos pasó unas mascarillas de médico para protegernos del humo… y de lo que estaba por llegar.

     

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    Cuando pasamos por la embajada de Estados Unidos, los cientos de policías que la custodiaban echaron gas lacrimógeno a los manifestantes, cosa que se repitió 4 o 5 veces más a lo largo de la marcha y que nos tuvo estornudando el resto de la manifestación, pese a mascarillas, bragas y cualquier cosa que utilizaras. Esto provocó que los grupos se dividieran bastante, también por la intención de separarse de los cuatro capullos que se dedicaban a lanzar piedras y cócteles molotov a la policía, que estaba en todas partes y en gran número. Como siempre, unos pocos reventadores que hacen que las reivindicaciones de decenas de miles de personas se conviertan en su excusa para montar una batalla con la policía. Tristísimo.

     

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    Embajada de Estados Unidos

     

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    Allí estaban todos...

     

    Al atardecer nos fuimos a un barrio en algún lugar lejano, dónde resistía una pequeña terracita con un huerto, entre tanto bloque de cemento. Era un pequeño centro social ocupado en el que nos dejaron prepararnos nuestro propio café griego: se mete agua, azúcar y el café en un cazo, se hace hervir y en el momento que empieza a subir se apaga. Tiene usted ante sus ojos un magnífico café griego con posos. Allí nos pusimos a aprender un poco de griego, cosas tan innecesarias como el: “tualeta puiné?” que viene a ser “¿dónde está el baño?”. Cuando lo puse en práctica, orgulloso, evidentemente no entendí absolutamente nada de la respuesta y no me quedó otra que poner cara de gilipollas para que me señalaran el camino.

     

    Nuestros nuevos amigos nos movían de un sitio a otro sin que nos diéramos cuenta, nos decían: “suban a este autobús, bajamos aquí, ahora vamos al metro, etc.” y nosotros con la orientación de vacaciones en Peñíscola. Así fue como ya de noche salió un coche de la nada y nos dijeron “suban”, y nosotros subimos. Resultó ser un amigo del Moretti, un tal Dimitris (nos lo aprendimos dos días después) que nos acercó hasta el Antiforum, en el Politécnico de Atenas. En el jardín se conserva la puerta que derribaron los tanques causando una matanza de estudiantes a seis meses del fin de la dictadura en los ’70.

     

    ¿Qué es el Antiforum? Bueno, pues algo como el recontraantiforum. El Forum Social se realiza para ser la contrapartida del Foro Económico, y el Antiforum lo monta gente que no se siente de acuerdo con las ideas promovidas en el Forum Social. Dispuestos a ver todas las caras de la situación entramos en las aulas del Politécnico, que un grupo de unos 50 anarquistas habían convertido en un pequeño vertedero en el que bebían y charlaban con cara de odiar al mundo y a nosotros en particular.

     

    Visto lo visto, nos acoplamos a Stratos y a un tipo muy menudo al que sus padres tuvieron el buen humor de llamar Hércules. Tenían intención de regresar al Forum, así que un taxista ruso muy simpático nos dio unas cuantas vueltas de más para redondear el taxímetro y nos dejó dónde no era. Pese a todo, a medianoche estábamos de nuevo tomando unas cervecitas, entre comida multiculti, conciertos de viejas glorias del rock griego y echándonos unas risas con Fuyumi y Marcia, una erasmus española en Tesalónica y una exerasmus griega en Bilbao.

     

    Cuando regresábamos nos topamos con otro escenario dónde los Alex y Cristina ingleses desgranaban éxitos del pop americano setentero, no pudimos evitarlo y nos quedamos otro rato más cantando YMCA con Stratos, que después de no hablar nada durante dos días con nosotros empezó a hablar un inglés fluidísimo. De regreso a casa, tuvimos una discusión etílica en la que decidimos declararnos anti-antist, es decir en contra los que están en contra de los que están en contra, o algo así, en aquel momento parecía mucho más claro.

     

    La discusión se paró en el momento en que el incoherente taxista armenio que nos llevaba a casa se animó a charlar y empezó soltar perlas como: “yo no recojo inmigrantes porque huelen mal” y a desvelar otros sutiles rasgos de su personalidad racista-fascistoide, algo sorprendente, viniendo de una minoría como la suya.

     

    Creíamos que ya este día había sido suficiente, así que en cuanto llegamos al piso, Tià y yo nos pusimos a dormir, pero estábamos en ello cuando:

     

    … suena una guitarra en la habitación de al lado

    … llega el resto de la tropa griega, borrachos como cubas

    … se une una armónica a la parranda

    … no hay manera de dormir

    … aparece el Moretti gritando en nuestra habitación, con una bolsa de cervezas, preguntando dónde están los españoles

    … empieza a sonar… ¡una trompeta!

     

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    Stratos a la guitarra.

     

    Y cómo dijo aquel sabio: “Si no puedes con el enemigo, únete a él”. Así estuvimos, hasta las 8 de la mañana, improvisando letras de blues en griego, inglés (borrachos todos lo hablan sin problemas) y español. Moretti a la trompeta, el antiantist Stratos a la guitarra y Lefteris (costó 4 días aprender este nombre en particular) con la armónica. Lygia nos quiso demostrar sus sublimes conocimientos de español uniendo al ritmo de blues frases como “quiero chuparte la polla” o “puta, puta, puta”, para gran cachondeo del personal.


  13. Vaya, pero que bonito y cambiado está el foro :angry: ¿Pero es que aquí se trabaja hasta en agosto?

     

    De verdad que LES ODIO A TODOS por todo el tráfico que genera el foro y lo perdido que me siento cada vez que tengo oportunidad de entrar en un cyber con un poco más de tiempo que para leer el correo. Tras tantas pausas entre un mensaje y otro he estado a punto de desechar la idea de acabar el diario, pero sería demasiado cutre dejarlo a medias... sobre todo sin haber llegado a Turquía.

     

    Espero que me perdonen, y bueno, sigo con ganas de algún día, poder tener el tiempo suficiente para reengancharme al foro.

     

    Azaleamar: en el post que publico a continuación (si no me pierdo mucho con el nuevo formato) tendrás mi respuesta a algunas de tus preguntas... mi "participación" en el foro fue un poco decepcionante, pero no se puede estar en todas partes a la vez :P


  14. Ey esponjita!!!

     

    Bienvenida al foro, yo también llegué hace muy poco y flipé con la calurosa bienvenida... este foro y sus habitantes enganchan, yo estoy esperando con ganas que se organice una quedada en Barcelona para empezar a conocernos... Llevo un mes sin conexión a internet en casa y tengo un mono increíble de ver cómo van los viajes veraniegos de la gente.

     

    Espero que cuando tenga la oportunidad de reengancharme en serio al foro pueda leer tu diario de este viaje.

     

    ¡Pórtate muy mal y pásatelo muy bien!


  15. Día 8. Parte 2. Atenas.

     

    Capital de Grecia, y con la mitad de la población del país bajo un manto gris de contaminación, Atenas es una ciudad caótica. Creía haber aprendido qué era el caos en Roma o Nápoles pero aún me quedaba mucho por aprender. A las dos de la tarde, todos los griegos parecen estar en la calle con algún asunto entre manos o de cháchara en los numerosos cafés. El tráfico es lento pero agresivo y ensordecedor. Los billetes de la guagua son como en Italia, se deben comprar previamente en algún estanquito, si bien un conductor enrollado nos dejó subirnos sin billete con nuestra cara de guiri somnoliento.

     

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    Debería dormir más...

     

    Después de despedirnos de los italianos, que se iban ya para el Forum, quedamos en el centro de Atenas con una amiga de Tesalónica que había venido esos días a la ciudad. Tras el feliz reencuentro con Ada, tras un año sin vernos, fuimos a dar con nuestros huesos al barrio de Exarhia, al piso de una amiga suya. Es un barrio popular en el mismo centro de Atenas, territorio comanche de toxicómanos, muchos sin techo, perros castrados, curados y bien alimentados por el ayuntamiento. También tiene numerosos pisos ocupados por anarquistas, que en Atenas son muchos y en este barrio mayoría, a los que el ayuntamiento también querría castrar, pero no se dejan.

     

    Allí conocimos a la dueña del piso, también anarquista, con un nombre griego impronunciable que tardamos varios días en aprender y a su compañero de piso, un personaje sin parangón en la escena internacional: El Moretti, del que hablaremos más adelante. Pensábamos quedarnos a dormir en el mismo Forum, pero la simpatiquísima Lygia se ofreció a hospedarnos en su casa, así que nos pusimos cómodos, nos bebimos el café con posos que nos habían ofrecido sin rechistar y pese a la cafeína caímos inconscientes en los sofás.

     

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    Desde un balcón cualquiera de Atenas

     

    Tras la siesta reparadora tomamos rumbo al Forum Social Europeo, que estaba bastante lejos. Un impresionante tranvía, imagino que recién estrenado para las Olimpiadas, nos llevó hasta las afueras de la ciudad a una zona deportiva con algunos pabellones y explanadas de grandes dimensiones. Allí, como no podía ser de otro modo, nos encontramos un ambiente de lo más variopinto: multicultis unidos de toda Europa, exposiciones de foto-denuncia, stands de ONG’s y asociaciones, puestos de comida internacional, ciudadanos del mundo de todos los colores y tres escenarios para conciertos.

     

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    La siguiente poesía, resumen de la denuncia del Forum:

     

    “I’m sitting on the back of a man

    He is sinking under the burden

    I would do anything to help him

    Except stepping down from his back”

     

    Justitia (Western Goddess of Justice).

     

    Los talleres, mesas redondas, etc. habían sido durante el día, así que tras echar un ojo a todo lo que aún estaba abierto acudimos puntuales a la cita con Amparanoia, radiante en su buen rollito, su rumba y su zapatismo. Durante el concierto, y coreando el “welcome to Tijuana”, conocimos a unos cuantos griegos que habían hecho el San Erasmus en España y viceversa: españoles haciendo erasmus en Grecia. A algunos de ellos tendríamos oportunidad de conocerlos mejor en los siguientes días y con un poco de fortuna incluso aprendernos sus nombres.

     

    De regreso al piso de Lygia pasamos por las principales calles de Atenas, incluido el edificio del Parlamento. Tuvimos la suerte de estar allí justo cuando unos soldados con botas de payaso hacían el cambio de guardia con movimientos extravagantes. Lo juro, a distancia las borlas de los zapatos los hacen parecer a los de un payaso y pobrecitos, pierden todo el rollo castrense, patrio y ceremonioso.

     

    Cuando al fin llegamos a casa, reventados y con ganas de caer en el catre, nos encontramos con que Lygia, en su generosidad sin límites, había invitado a otras diez personas a dormir… todos griegos de Tesalónica y poco comunicativos (de hecho creíamos que ninguno hablaba inglés) aunque liando un follón del copón. Cerca de las 4:30 alguien decidió darle un descanso a la guitarra y tras pelearme heroicamente con un griego por un trozo de colchón conseguí conciliar el sueño.


  16. Bufff... Qué rabia me da no tener internet en casa y no poder seguir a diario el foro. Con la cantidad de correo que genera me es imposible seguir la pista, aunque me he propuesto no abandonar el diario de viaje y aplicarme un poco más en mi cyber habitual. Ahí va la siguiente entrega y un saludo a todos los que estos días están comenzando su interrail.

     

    Día 8. Parte I. Mar Jónico – Patras.

     

    Me desperté con la dulzura característica de los informativos griegos a todo volumen. En cierto modo el idioma suena bastante familiar, llego a reconocer los sonidos y las sílabas marcadas, casi podría hasta escribir las palabras que pronuncian aunque no tenga la menor idea de lo que significan. Hablan de la guerra de Irak y muestran algún que otro número entre un montón de alfas, omegas y pis de esas que me traen recuerdos de COU y los problemas de Física.

     

    Tià, para variar, duerme como un angelito. Los de Salerno están remoloneando acostados pero despiertos acordándose de los muertos del que encendió la tele, y las inglesas están sentadas muy dignamente disfrutando del maravilloso descanso que supone haberse levantado antes que la Horda. Hay dos francesas que tampoco se sabe bien de dónde han salido, sé que son francesas porque tienen cara de francesas y cuando paso al lado de camino al baño consigo leer la portada de un libro barato de hojas marrones que dice algo como “L’amour du Lulú”. Suena genial, ojalá lo editen pronto en España.

     

    Tras un baño checo en los servicios del ferry me uno a los italianos que están charlando sobre el libro de Dostoevskij que lee Matteo, sorprendentemente lúcidos a estas horas de la mañana. Me cuentan que son la retaguardia de un grupo de Giovani Comunisti que salieron el día anterior para el Forum de Atenas, pero que ellos llegaron tarde. Me regalan unas pegatinas con la consigna “Legalizzare quelle leggere” (legalizar las [drogas] blandas) de Rifondazione Comunista, mientras me desayuno el pan que nos agenciamos la noche anterior en el buffet con nutella. Otro síntoma de que ya no estoy en Italia es la triste calidad del capuccino del bar.

     

    Tras dejar atrás las islas griegas del Mar Jónico llegamos al fin a Patras. Desde la cubierta podemos ver el puerto y las calles cercanas, de las que me llama la antención sus carteles en griego. Junto con los jóvenes comunistas intentamos convencer a los profesores de la Horda de las bondades de llevar hasta Atenas, junto a sus hormonados alumnos, a estos cinco humildes viajeros. A una profesora le caemos simpáticos (con cierta nostalgia del ’68) e intenta hacernos hueco en una de las guaguas, pero se encuentra una feroz oposición en el resto del claustro que saca a relucir problemas con el seguro, la falta de espacio, el sexo de los ángeles y posiblemente también que los comunistas se comen a los niños y que a saber cuándo fue la última vez que nos bañamos. Bueno, al menos lo intentamos.

     

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    ... Que aquí no hay sitio... pa tanta gente.

     

    Descartamos coger el tren hasta Atenas, porque a parte de lento nos obliga a hacer un trasbordo en Corintio y llegaríamos tardísimo. Optamos por una guagua directa por unos 15 euros en la que mientras Tià duerme y yo bostezo nos echamos una partida de cartas. El paisaje es genial, estamos en el norte del Peloponeso y tras las aguas del estrechísimo golfo que lo separa de la Grecia continental se ve una tierra verde y fértil. En algunos lugares parece más bien un río, e incluso pasamos junto a un impresionante puente, Calatrava style, que une ambas partes. Al atravesar Corintio pasamos a ver el Mar Egeo bajo la carretera, que pasa junto a impresionantes acantilados. Las aguas azules de la orilla comienzan a oscurecerse a medida que nos acercamos, al fin, a Atenas.


  17. Pues está chunga la cosa, no tengo conexión ni idea de dónde podré conseguirla sin dejarme una pasta en el paki de al lado de casa :bleh: Mañana empiezo a currar de nuevo y a buscar piso en BCN, labor que no le deseo ni a mis peores enemigos... Pero bueno, algo se intentará hacer.

     

    Un saludo y suerte a todos los que estos días están por comenzar su interrail.


  18. A ver si tienes suerte y todavía te encuentras algún precio razonable de regreso desde Estambul o Ankara con Germanwings, air-berlin (de esta no estoy seguro) o easy-jet vía cualquier ciudad alemana. Con skyscanner.net puedes averiguar qué compañías baratas viajan a Barcelona desde la ciudad alemana a la que consigas regresar.

     

    No sé si 22 días serán pocos, quizás sí. Ten en cuenta que Pamukkale y Estambul no están precisamente cerca, que te llevará bastante tiempo ir desde Sicilia hasta Bari, y que los trayectos en ferry entre las islas griegas no son precisamente rápidos porque muchos paran en cada isla que se encuentran a su paso antes de llegar a tu destino. ¿Piensas entrar en Turquía vía Samos-Efeso o por Estambul? Si llegas hasta Mykonos creo que ya lo mejor que puedes hacer es hacerlo.

     

    En fin, busca con la lupita que sobre esto se ha hablado bastante, leete el diario de vaninka de la zona g y pon un poco en orden las ideas para que puedas hacer bien los cálculos de tiempo y no te veas a última hora que no te da tiempo de llegar a la ansiada Pamukkale :D

     

    ¡Buen viaje!

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