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Pues sí que se echan de menos aquellas birras, sí :lol:

 

Machem, en general muchas de las ciudades por las que pasarás en la zona D son bastante idóneas para fiesta, Cracovia, Praha, Budapest.... Supongo que ya lo sabrás, pero te recomiendo que sobre todo no te pierdas la noche de Cracovia.

 

Yo en Bratislava estuve creo que un domingo con todo bastante muertecillo así que no te sé decir, para mí en lo que se refiere a bellezas vuelve a ganar sin duda Cracovia (esta ciudad lo tiene todo :lol: ) y Polonia en general.

 

Saludos y suerte en tu viaje :unsure:

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Hola Fish! Jajaja, acabo de leer ahora tu diario y ver las fotos. La verdad es que el albergue donde dormisteis tiene pinta de ser el ultimo bastion de comunismo en Praga, jaja. Eso sin duda es lo malo de viajar en pleno verano, que es super dificil encontrar sitio en algun albergue mas centrico y de aspecto mas aceptable, jeje.

Y eso de la estacion es verdad tio, a nosotros cnd fuimos intentaron acercarse varias veces yonkis pidiendo dinero o un cigarrito, es que esta petadisima de la gente asi. Alli mejor comprar el billete y despues huir directamente.

Ay, Praga, Praga, la querida y odiada :lol: que recuerdos!

 

Un placer conocerte :unsure:

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Una vez has estado en la estación de Praga yo creo que estás curtido para cualquier estación. Yo al menos fue la peor en la que he estado, pero nunca te aburres :(

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9 de Julio de 2006. Día 4 (parte I).

CAPÍTULO CUARTO:

“COMIENZA EL COJO-RAIL”

 

Tras apenas 4 horas de sueño, nos levantamos para ir a Kutná Hora, pequeño pueblo no muy alejado de la capital. Mientras caminaba hacia la ducha, el dolor que repentinamente se manifestó en mi rodilla durante la noche anterior hizo aparición de nuevo, esta vez algo más fuerte tras la prolongada caminata nocturna. Confié de forma irracional en que fuera algo transitorio (el clásico “esto se pasa sólo”) y dejamos el albergue a eso de las 10 de la mañana. Yo aún no lo sabía, pero recorrería las europas cojeando el resto del viaje.

 

Nos montamos en el autobús y jubilamos al fin los tickets todavía sin picar que llevábamos utilizando desde el primer día, elevándolos a la categoría de bonobús. No convenía seguir tentando a la suerte, nos habían dicho que los astutos revisores del transporte público acechan agazapados de incógnito y no queríamos confiarnos demasiado. Después tocó trayecto en metro hasta la estación de tren, donde desayunamos mientras esperábamos, siempre rodeados por los curiosos personajes que se acercaban desde las inmediaciones.

 

Poco más tarde, cogimos el tren hacia Kutná Hora, estrenando nuestro flamante billete de inter-rail, y en una hora escasa llegamos allí. Empezamos a caminar y entramos en un supermercado a comprar una botella de agua. Al quitar el tapón, fatídico sonido y a la vez déjà vu del anterior inter-rail: habíamos comprado agua con gas. ¿Cuál es la razón de su existencia? ¿Y qué tiene de malo el agua normal? Eran preguntas que me hacía mientras entraba de nuevo a por una botella de agua bebible, previo agitado comprobativo.

 

No muy lejos de allí se encontraba el osario de Sedlec, hacia donde nos dirigimos sin demora. El espectacular monumento consiste en una capilla construida con unos 40.000 huesos humanos. Es difícil describir lo impresionante de aquel lugar, donde se apilan miles de huesos y calaveras formando macabras estructuras. Una enorme y bella lámpara de araña construida con una amplia variedad de huesos preside la sala, colgando del centro del inquietante templo. Entre otras exquisiteces artísticas hay que destacar también el amenazador ángel que cuelga de uno de los arcos de la capilla, cuyas enormes alas desplegadas han sido confeccionadas con multitud de fémures; o el sombrío escudo familiar, que incluye un cuervo formado por diverso material óseo introduciendo su pico en la órbita de una calavera.

 

Maravillados aún por lo que nuestros ojos acababan de presenciar, abandonamos la tenebrosa capilla y nos dirigimos hacia el centro de la pequeña ciudad. Callejeamos un poco por las inmediaciones, realmente no había mucho que ver, pero encontramos lugares desde donde se nos brindaban estupendas vistas, y allí paramos a comer y descansar tras la dura caminata.

 

Poco después subimos un camino flanqueado por árboles hasta llegar a la enorme catedral gótica y desde allí emprendimos la vuelta hacia la estación. Habíamos preguntado en la oficina de turismo dónde podíamos encontrar una farmacia abierta, ya que era domingo y estaba todo cerrado. La única de guardia se encontraba junto al supermercado al que habíamos ido aquella mañana, así que nuevamente acudimos allí.

 

La farmacéutica no hablaba nada de inglés, así que tuve que recurrir a la siempre universal comunicación gestual. El gesto de tocarme la rodilla mientras ponía cara de sufrido fue suficiente, y la mujer me vendió una pomada que apliqué a mi criterio, dado que el prospecto estaba en checo y no sabía para qué servía realmente aquel potingue. Luego comprobé que para nada más que para guarrearme la pierna.

 

Continuamos la marcha hacia la estación, bien puteados por las mochilas que llevábamos a cuestas desde por la mañana, y yo con la pierna bien jodida a esas alturas. La preocupación me invadía, el dolor de mi rodilla no había hecho más que aumentar y quedaba todo el inter-rail por delante. No me preocupaba la pierna en sí, sino la amenazadora posibilidad de que fuera incapaz de seguir el ritmo del viaje y tuviera que abandonar aquello por lo que llevaba todo un año esperando.

 

Releyendo ahora las notas de mi cuaderno recuerdo el miedo que sentía en aquellos momentos por la continuidad del viaje. Cito textualmente lo que escribí poco más tarde aquel mismo día: “Antes me amputo la pierna que quedarme sin inter-rail”.

 

 

 

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Alex, integrándose en el osario

 

 

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Huesos

 

 

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Impresionante lámpara

 

 

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El bonito escudo familiar

 

 

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Descansando

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. Una fauna de lo más variopinta trapicheaba por las inmediaciones de la estación; yonkis que miraban raro, personajes que gesticulan agitando navajas abiertas, un extraño ser con unas tijeras en la mano persiguiendo a otro coleguilla por el césped… lo normal, vaya. Estos simpáticos personajes hacen que toda visita a la estación central de Praga sea sin duda entretenida, convirtiéndose en otro lugar de indudable interés turístico de la capital checa.

 

Vaya, veo que la estación de Praga no ha cambiado nada en los ultimos 10 años,je,je.

Tu diario buenisimo. Como el anterior

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“Antes me amputo la pierna que quedarme sin inter-rail”.

Y la donas al osario.

Jodíos extremeños, ¡más duros que la piedra pómez! :(

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Pues veremos a ver si no la tengo que donar al osario al final. Según parece es una tendinitis, pero no se me quita, mañana me hacen una radiografía :rolleyes:

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9 de Julio de 2006. Día 4 (parte II).

CAPÍTULO QUINTO:

“DESASOSIEGO FRONTERIZO”

 

Esperamos un rato en la estación de Kutná Hora y cogimos el tren de vuelta hacia Praga. A nuestra llegada a la estación, nos adueñamos de un banco donde nos comimos unos bocatas de jamón extremadamente salado de los que nos acordaríamos no mucho más tarde. Poco después abandonábamos la República Checa en un tren nocturno hacia la capital de Polonia, Varsovia.

 

En nuestro compartimento había 3 tíos más, por lo que se hacía imposible dormir. Tras los bocadillos de sal con jamón que habíamos cenado poco antes, nuestra sed era inversamente proporcional a la cantidad de agua que teníamos: un culo de botella que intentábamos racionar, hasta que en un arrebato nos la bebimos toda de golpe. El irracional acto no nos hizo sino pasarlas aún más putas cuando vimos la botella vacía, con toda una noche de viaje por delante.

 

Eran aproximadamente las 4 de la madrugada cuando el tren llegó a la frontera, donde quedó parado durante largo tiempo. Intentando dormir estábamos, cuando de casualidad nos enteramos de que el vagón en el que viajábamos no iba a Varsovia, sino a Cracovia. Conviene señalar que la revisora había pasado ya un par de veces, había visto nuestros billetes de reserva con destino Varsovia, e incluso nos lo preguntó, pero extrañamente no le pareció oportuno comentarnos nada al respecto. Resultaba que el tren se dividía, y el vagón donde deberíamos estar era desenganchado para acoplarlo a otro tren que se dirigía a la capital polaca.

 

Resolvimos entonces coger las mochilas y bajarnos del tren para tardar lo menos posible en encontrar nuestro vagón. Le preguntamos a una revisora que andaba por el andén y nos contestó en checo señalando a unos vagones. Nosotros diciendo “Warszawa, Warszawa”, y la mujer que volvía a señalar a los mismos vagones. Fuimos para allá y yo ya me escamé cuando vi que el vagón tenía palabras escritas en alfabeto cirílico en su exterior, pero mis sospechas se confirmaron cuando leí "Kiev" al lado de la puerta.

 

Después de estar a punto de irnos tan contentos para Ucrania, volvimos corriendo, ya bastante estresados porque el tren se iba a ir y no sabíamos ni dónde estábamos. Gesticulando como podía, le dije a la mujer que de Warszawa nada, y por respuesta la hija de puta se partía de risa. En perfecto castellano le dimos recuerdos a su madre y seguimos corriendo buscando el vagón a Varsovia. En ese momento vimos como se empezaban a llevar unos vagones y fuimos rápidamente a alcanzarlos, con la certeza de que eran los nuestros, pero salió un extraño hombre con mono y bigote gritando y haciendo gestos negativos que no nos dejó subir. Todavía hoy ignoramos la razón.

 

Bastante desesperados ya, e intuyendo que nos quedábamos allí a pasar la noche, escuchamos entonces como nos llamaban en inglés desde la ventana de un tren que acababa de llegar por otra vía. Fuimos para allá, y un polaco nos contó que había otro tren a Varsovia, que era el que iba a coger él y que salía poco después. Como cualquiera que andara por las inmediaciones, nos había oído gritar “Warszawa, Warszawa” a lo largo y ancho de toda la estación y gracias a su ayuda pudimos salir de allí.

 

Aprovechamos que el tren tardaba aún 5 minutos en salir y Alex fue a comprar agua, después de las carreras que nos habíamos pegado por los andenes estábamos aún más deshidratados que antes. Las dos botellas de agua con las que apareció poco después, resultaron ser una vez más con gas. Nos acordamos de nuevo de todos los ascendientes y descendientes del que se le ocurrió hacer semejante guarrada con el líquido elemento, pero a mí ya me daba igual y la bebí sin moderación.

 

Al fin nos montamos en el tren bueno, y por suerte contábamos con un compartimento vacío en el que, hasta la llegada a Varsovia unas tres horas después, pudimos dormir estirados, y sin más interrupciones que las de la revisora de turno, que de cuando en cuando te tiraba de un pie para despertarte y pedir el billete por enésima vez.

 

 

 

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Esperando el tren en Kutná Hora

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